Mitos comunes sobre llantas que deberías olvidar
Cuando se trata del mantenimiento del auto, las llantas suelen estar rodeadas de mitos que, si se repiten lo suficiente, terminan pareciendo verdades. Desde creencias sobre cuánto inflarlas hasta ideas erróneas sobre cuándo es realmente necesario cambiarlas, hay muchos conceptos que circulan entre conductores y que pueden llevar a decisiones poco acertadas o incluso riesgosas.
Por eso, es clave derribar esos mitos y basarse en información confiable para cuidar correctamente los neumáticos. Entender cómo funcionan, qué necesitan y cuándo realmente están en condiciones de ser usados puede marcar la diferencia entre un viaje seguro y uno lleno de imprevistos. A continuación, repasamos algunos de los mitos más comunes sobre llantas que conviene dejar atrás de una vez por todas.
Mito 1: si la llanta no está pinchada, está en buen estado
Este es, sin duda, uno de los mitos más comunes y peligrosos. Muchos conductores creen que mientras la llanta no se desinfle o no presente un daño visible, no hay motivos para cambiarla. Sin embargo, las llantas se desgastan de manera gradual, y muchas veces ese desgaste no es evidente a simple vista.
Una llanta puede tener la presión correcta y no mostrar grietas o pinchazos, pero su banda de rodamiento puede estar tan gastada que ya no garantiza un agarre seguro. De hecho, el dibujo es lo que permite evacuar el agua en días de lluvia y mantener el control del vehículo. Circular con una llanta lisa es como manejar con suelas resbalosas: puede parecer todo en orden hasta que llega una frenada de emergencia o una curva cerrada.
Revisar la profundidad del dibujo con regularidad, así como la antigüedad del neumático (sí, el tiempo también lo deteriora), es fundamental para saber si realmente está en condiciones. Las llantas tienen fecha de vencimiento, aunque no lo parezca.
Mito 2: el dibujo de la huella es solo un adorno
Algunos piensan que los patrones en la superficie de las llantas son solo cuestión de diseño o estética, como si fueran un detalle decorativo sin función real. Nada más lejos de la realidad. El dibujo de la huella —también conocido como banda de rodamiento— es clave para la seguridad y el desempeño del neumático. Su diseño está pensado para canalizar el agua, mejorar el agarre en distintos terrenos y permitir una mejor tracción.
Por ejemplo, las llantas BFGoodrich KM3, diseñadas para uso off-road, tienen un patrón agresivo que ofrece un rendimiento superior en barro, rocas y superficies desafiantes. Pero incluso en neumáticos pensados para el asfalto, como los de marcas reconocidas tipo Michelin, Goodyear o Pirelli, la geometría del dibujo cumple una función específica según el uso: drenaje, frenado, ahorro de combustible o menor ruido de rodamiento.
Ignorar el estado del dibujo o pensar que todos los diseños sirven para lo mismo puede terminar en una mala elección de neumático y afectar la seguridad, sobre todo en condiciones climáticas adversas. Elegir una llanta no es solo una cuestión de marca: también hay que fijarse en la función que cumple el diseño de su huella.
Mito 3: sólo es necesario renovar las llantas de adelante
Este mito surge de la idea equivocada de que las llantas delanteras, al encargarse de la dirección y soportar mayor parte del desgaste en la mayoría de los autos, son las únicas que necesitan ser reemplazadas con regularidad. Si bien es cierto que las llantas delanteras se desgastan más rápido en vehículos con tracción delantera, reemplazar únicamente ese par puede generar un desequilibrio importante en la conducción.
Cuando hay una gran diferencia entre las llantas del eje delantero y las del trasero, se puede perder estabilidad, especialmente en situaciones de frenado o en pavimento mojado. De hecho, los expertos recomiendan que, si solo se van a cambiar dos llantas, las nuevas se coloquen atrás para mejorar la tracción y evitar sobrevirajes (cuando la parte trasera del auto pierde adherencia).
Además, mantener las cuatro llantas en un estado parejo no solo mejora el rendimiento y la seguridad, sino que también favorece un desgaste más uniforme. Por eso, muchas marcas —como Continental, Bridgestone o BFGoodrich KM3— sugieren realizar rotaciones periódicas y prestar atención al estado general de todos los neumáticos, no solo de los delanteros.
Mito 4: mientras más presión tengan las llantas, mejor
Este error es más habitual de lo que parece. Algunos conductores creen que inflar las llantas por encima de la presión recomendada mejora el rendimiento del auto o reduce el consumo de combustible. Si bien una llanta con mayor presión puede reducir la resistencia al rodamiento, también pierde superficie de contacto con el suelo, lo que disminuye la tracción y el agarre, especialmente en frenadas o curvas.
Además, una presión excesiva genera un desgaste desigual, concentrado en el centro de la banda de rodamiento, lo que acorta la vida útil del neumático. Por eso, siempre hay que guiarse por las recomendaciones del fabricante del vehículo —que suelen figurar en la puerta del conductor o en el manual— y no inflar "a ojo". Las marcas como Firestone, Dunlop o Pirelli insisten en la importancia de mantener la presión justa para asegurar rendimiento, seguridad y duración.
Mito 5: todas las llantas sirven para cualquier auto
Nada más lejos de la realidad. Pensar que cualquier llanta que tenga el mismo diámetro va a funcionar bien en cualquier vehículo es un error que puede traer consecuencias mecánicas y de seguridad. Cada auto tiene requerimientos específicos según su peso, potencia, tipo de suspensión y uso previsto. No es lo mismo una llanta diseñada para un sedán urbano que una para una camioneta o un SUV todoterreno.
Por ejemplo, las Nankang AT5 están diseñadas para un manejo más agresivo y fuera de ruta, mientras que neumáticos de turismo como los de Hankook o Yokohama están pensados para comodidad y bajo ruido en ciudad o ruta. Además del tamaño, hay que considerar el índice de carga, el índice de velocidad y el tipo de uso.
Elegir una llanta inadecuada puede generar desde un desgaste prematuro hasta problemas de frenado o pérdida de estabilidad. Siempre es recomendable consultar a un especialista o seguir las especificaciones del fabricante del vehículo.
Conclusión
Dejarse llevar por los mitos puede parecer inofensivo, pero cuando se trata de las llantas del auto, las consecuencias pueden ser serias, ya que afecta la seguridad de quien conduce, los acompañantes y el resto de las personas que circulan por la calle.
Creencias como que solo hay que cambiar las llantas delanteras, que inflarlas más mejora el rendimiento o que cualquier llanta sirve para cualquier auto pueden poner en riesgo la seguridad, afectar el manejo e incluso generar gastos innecesarios a largo plazo.
Por eso, lo mejor siempre será informarse bien y consultar a especialistas. Ellos pueden ayudarte a elegir el modelo adecuado para tu vehículo y estilo de conducción, asegurándose de que las llantas estén en buen estado y cumplan con las condiciones necesarias para circular de forma segura. Cuidar tus neumáticos no es solo una cuestión de mantenimiento por una cuestión de estética: es cuidar tu vida y la de los demás. Si llegó el momento de cambiarlos, no lo dudes. Tu seguridad empieza por el contacto con el camino.