Columnas

Beethoven; judíos y palestinos

El título de la entrega pudiera parecer inconexo, pero los genios de la humanidad siempre han tratado de abrazar todo lo humano
Barenboim Archivo
Alberto Vizcarra 09-11-2023

Por Alberto Vizcarra Ozuna

El título de la entrega pudiera parecer inconexo, pero los genios de la humanidad siempre han tratado de abrazar todo lo humano; y la profundidad artística de Ludwig van Beethoven, lo ha logrado de manera excepcional. El banco moral de las aportaciones que Beethoven le ha hecho a la búsqueda felicidad y  la paz del mundo, tiene fondos inagotables, y uno de los que mejor conoce esa posibilidad es el pianista y director de orquesta Daniel Barenboim.

Barenboim, nacido en Argentina (1942) y de ascendencia judía, se inició en la música desde niño. Buena parte de su infancia la pasó en Israel, donde hizo sus estudios primarios y secundarios. Además de ser Argentino y tener nacionalidad Israelí, aceptó la nacionalidad palestina. Sintetiza su condición personal como una fuerza latente por la reconciliación: "...por mis venas corre sangre judía y mi corazón late por la causa palestina". Barenboim radica en Alemania, donde funge como director vitalicio de la Orquesta Estatal de Berlín. 

Su empeño porque los judíos y palestinos "dejen de vivir de espaldas" y se liberen del odio alimentado por intereses geopolíticos, es una tarea que ha tomado en forma personal y apasionada; parece vivirlo como una misión.  El mayor exponente de este esfuerzo por mandar un mensaje de unidad entre estos pueblos enfrentados, es la creación de la West-Eastern Divan Orchestra. Un proyecto lanzado por él, de la mano con el escritor palestino Edward W. Said. 

A finales de los años noventa, Barenboim y Said convocaron a la formación de la orquesta, integrada principalmente con jóvenes judíos, palestinos y de otras naciones árabes. El lanzamiento aparece como un proyecto experimental, cuyo alcance pone distancia de la idea de que el arte y la música, son formas angelicales o torres de marfil refractadas al compromiso social y al riesgo de "ensuciarse" con los conflictos políticos y humanos. Barenboim, lo hace explícito: ¿cómo es posible que músicos palestinos e Israelíes ejecuten a Beethoven, y luego no sean capaces de habitar el mismo suelo?

La brutal y desproporcionada respuesta del gobierno Israelí, en contra del pueblo palestino, después de la sospechosa acciones terroristas de Hamas, podrían hacer aparecer los esfuerzos de dos décadas del proyecto musical de Barenboim, como infructuosos. Pero la reacción de los judíos, principalmente de la vigorosa comunidad radicada en los Estados Unidos, que desde ahí le grita al gobierno Israelí "no lo hagas en nombre del pueblo judío" -además de los encuentros entre judíos y musulmanes dentro del mismo Israel condenando las acciones del gobierno de Netanyahu- son muestras de que judíos y palestinos sí pueden habitar el mismo suelo.

No hay ingenuidad en el proyecto de Barenboim, reconoce el halago de que se califique a la Divan como orquesta para la paz, pero puntualiza que la paz para la región requiere de otras cosas: justicia para los palestinos y seguridad para Israel. Sin dejar de observar que el conflicto es instrumentado y alentado por intereses poderosos que inducen el caos porque le temen al impacto regional y mundial de una reconciliación plena entre judíos y palestinos.

La iniciativa de Barenboim se anima en su intimidad artística con Beethoven. Ha estudiado y ejecutado toda la obra del genio de Bonn y es al momento uno de los principales pedagogos sobre el principio de la composición clásica. Con frecuencia aduce que Beethoven es el que más nos acerca a la idea de que la música es algo físico que se produce con el alma; infiere que la música no se rige por imperativos morales, pues "la música no acepta la división o el divorcio entre lo objetivo y lo subjetivo, por el contrario la música admite la coexistencia perfecta entre todo lo que es objetivo y todo lo que es subjetivo..."

Hay que destacar que Beethoven nos enseñó a crear armonías superiores en medio de los acontecimientos más discordantes. Atribuyéndole a la música poderes que ninguna filosofía sería capaz de expresar con palabras y conceptos lo que una melodía puede trasmitir a través de sus efectos contrapuestos de donde surge esa "concordia discordante de las cosas". Beethoven atendió a su tiempo y a la posteridad. Vivió en una Europa asolada por las guerras napoleónicas (1808-1814). Su apoteótica Novena Sinfonía la empezó a componer pocos años después del episodio oscuro de estas guerras y levantó con ella una catedral al optimismo, no obstante su decepción de que Napoleón haya devenido en "un simple mortal". En ella logra empatar su música con el ideal estético de Federico Schiller, expresado en los propósitos de libertad y hermandad que contiene la "Oda a la Alegría".

Dice Barenboim, que Beethoven se aleja de lo ornamental, y que es, como pocos, una combinación muy poderosa de rigor y energía. Nos comunica un deseo siempre actualizado de alcanzar el entendimiento mutuo, la libertad y la unidad. Al referirse a la Novena Sinfonía, la tipifica como obra que recorre todo lo humano, esto es las emociones que se entrecruzan y hacen aparecer como imposible el entendimiento. Apunta que desde el inicio de la sinfonía, Beethoven introduce una "tonalidad de base inestable", procurando hacer sentir la tensión asociada a la inestabilidad para crear una demanda creciente de armonía y estabilidad. Cita a Josef Krips, para decir que Beethoven va de la tierra al cielo.

El cierre coral de la Novena, resuelve en una armonía superior todas las variaciones y contradicciones registradas en el trayecto de los cuatro movimientos de la obra, y lo hace sin ningún acto de supresión de las voces, tampoco de uniformización, más bien procede con un respeto irrestricto al valor de cada una de las voces para que reconocidas en su libertad se percaten de que participan en la construcción de una unidad presentada como un valor intrínseco al universo y al hombre.

La brutalidad de la guerra y el genocidio contra el pueblo Palestino, alumbran más los esfuerzos de personalidades como Daniel Barenboim y de gobiernos como el de China, el de Brasil, Rusia, los llamados de la ONU y el constante y creciente despliegue internacional del Instituto Schiller, que bajo la dirección de Helga Zeep LaRouche, se empeña en robustecer una Coalición Internacional por la Paz, que corrija las fallas estructurales de un sistema financiero occidental cuya perpetuación conduce a la guerra.

Habrá que reconocer, como lo hace Barenboim, que en esta tarea es imprescindible apelar al concepto de hombre y humanidad alcanzados por Beethoven y Schiller en su Novena Sinfonía.

Ciudad Obregón, Sonora 9 de noviembre de 2023