Columnas

Donde florecen las pérdidas

Un homenaje a Louise Glück en el Día del Libro
Flor Archivo
Primavera Fraijo 23-04-2025

Por Primavera Fraijo

A propósito del Día Mundial del Libro, tengo una lista (imaginaria, pero muy presente) de libros que me salvaron la vida. No necesariamente porque me sacaron de un hoyo, sino porque me hicieron entender que estaba en uno. Y que, quizá, no estaba tan mal quedarse ahí un rato. Abrazar el lodo. Aprenderle algo.

Creo que añadiré al inventario "El iris salvaje", de Louise Glück.

El pasado 22 de abril, habría cumplido 82 años esta poeta norteamericana, ganadora del Premio Nobel de Literatura en el año 2020. Tan discreta como contundente. 

Y como siempre que se cruzan las fechas importantes de autores, me da por leerlos. Por hacerles un pequeño altar con palabras. Como si se pudiera rezar escribiendo. Como si pudiera mandarle esta columna, doblada en cuatro, hasta donde esté.

Y pienso en su jardín.

En ese lugar lleno de voces que no son humanas, pero tampoco del todo divinas. Plantas que observan, que se quejan, que esperan. Flores que cargan la memoria del dolor, como quien carga un perfume seco entre las hojas.

Leí que Glück encontraba refugio en la jardinería, y de ahí brotaba parte de su poesía (cosa que se nota en su pluma). Y lo entiendo. A mí me da por leer a poetas cuando no sé qué hacer con el silencio. A ella le daba por plantar. Y al final, ¡qué cosa tan bella!, ambas acciones terminaban floreciendo.

"El iris salvaje" es un poemario que no pide ser entendido. Pide que lo sientas. Que te detengas en sus pausas. Que te dejes punzar por sus espinas. 

Es una conversación entre el yo, la naturaleza y una divinidad extraña que observa desde lejos, como si también estuviera cansada. No hay promesas, no hay milagros. Solo la posibilidad de que, al final del sufrimiento... te espere una puerta. Y lo dice literal.

Ese verso de arranque lo destaqué: "Al final del sufrimiento / me esperaba una puerta". No entenderían el clic inmediato que tuve. A veces siento que me ayuda. A veces no. Pero me acompaña.

Y eso vale mucho.

La autora escribió sobre la pérdida con una calma que no pretende consolar, sino comprender. 

Sobre la culpa, la soledad, la duda existencial que germina incluso en los jardines más cuidados. Su poesía se abre, como una flor que decide brotar a pesar del clima.

¿Recomendarles este libro? Por supuesto. Es una experiencia estética y emocional. Es una lección de botánica y duelo. Es, también, un recordatorio de que incluso las cosas más frágiles pueden convertirse en voz.

Y si no les gusta, está bien. No todos los jardines nos hablan igual. Pero si les llega... si les llega, ¡cuidado! Porque ya no podrán volver a ver una flor sin pensar en lo que calla.

 

 

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