El discurso de Xóchitl Gálvez
Por Manuel Valenzuela V.
Ha captado la atención de los medios de comunicación el discurso que Xóchitl Gálvez pronunció en el cierre de su precampaña en la Ciudad de México el pasado domingo 14 de enero. Lo he leído con atención y no tengo duda que es la mejor pieza discursiva que le he escuchado a la candidata del frente opositor, está bien elaborado, creo que correctamente enfocado, y fue muy bien pronunciado. Además, esboza el rumbo del cambio que ofrece a los ciudadanos.
Uno de los reclamos que los analistas serios hacían a Xóchitl es que carecía de un relato coherente que marcara diferencia con el discurso oficial de continuidad de la llamada Cuarta Transformación, y que su relato de la niña que vendía gelatinas y que se esforzó para llegar a ser lo que es se había desgastado. Efectivamente, los votantes informados reclaman más contenido en los mensajes por parte de las candidatas.
El discurso de Xóchitl me parece que da un paso en la dirección correcta, veremos si durante las campañas le da continuidad a su mensaje. Voy a señalar algunos puntos que vale la pena destacar. Intentaré hacer lo mismo con el discurso de clausura de precampaña de Claudia Sheinbaum en la próxima colaboración.
En primer lugar, me parece una pieza oratoria bien enfocada. Desde los vocativos se dirige a los ciudadanos, más que a los militantes o simpatizantes de los partidos que la postulan. De hecho, hay solo dos menciones a los partidos en el discurso: al principio, en los vocativos, y al final, en la convocatoria. Fue el discurso de una líder del movimiento social que demanda un cambio, del que los partidos son solo una parte.
En segundo lugar, me parece que el diagnóstico está bien localizado y resumido en los tres grandes valores que se han perdido en esta administración: el valor de la vida, el de la verdad y el de la libertad. Señala que en su conjunto la pérdida de estos valores configura una crisis profunda que está destruyendo el alma de México. Enseguida argumenta con datos muy sólidos en qué se muestra la pérdida de esos valores.
Se pierde el valor de la vida -dice- cuando el gobierno es insensible ante la muerte de sus propios ciudadanos; cuando la autoridad abraza a los criminales y culpa a las víctimas; cuando se pretende borrar de las estadísticas a los desaparecidos; cuando no le importa que mueran niños por falta de medicinas; cuando da lo mismo que hayan muerto 800 mil personas por la pandemia del COVID. Luego nos invita a no olvidar que México fue el país donde murieron más médicos y más enfermeras.
Enseguida señala que se pierde el valor de la vida cuando se soslaya la muerte de 175 mil personas en esta administración por la violencia y la acción del crimen organizado, más que en cualquier otro sexenio en la era moderna del país, y todavía se argumenta que vamos bien. Menciona también que hay 200 mil muertes asociadas al desmantelamiento del sistema de salud, para luego rematar con un contundente: ¡Carajo! Con un millón de muertos, cómo pueden ofrecer continuidad.
La pérdida del valor de la verdad, lo relaciona con que se vea como normal que el jefe de Estado ataque a diario y calumnie a periodistas opositores, a ambientalistas, a mujeres activistas, a científicos, a empresarios, a feministas y miembros de la comunidad LGBTIQ+. También se pierde el valor a la verdad cuando se oculta la información pública, cuando se reservan los datos por décadas para que la gente no conozca la verdad; o cuando se intenta desaparecer al INAI.
Se pierde el valor a la libertad cuando en muchos pueblos y ciudades las personas no pueden salir de noche; cuando no se puede transitar con seguridad por muchas carreteras del país; cuando se permite el secuestro de migrantes; cuando se vive con miedo; cuando se ataca a las instituciones que deben garantizar las elecciones libres (INE y el tribunal electoral) y se intenta capturarlas. No puede haber voto libre en las zonas donde manda el crimen organizado.
A partir de ese diagnóstico, la candidata Gálvez convoca a luchar por recuperar esos valores que se están perdiendo. Señala que estas son las elecciones más importantes de nuestras vidas porque definen el desino del país para los próximos treinta años. "No se trata solo de un cambio de gobierno, sino de la sobrevivencia del régimen democrático", dice la candidata, y llama a luchar por la presidencia de la república, pero también por el Congreso.
Ya cerca del cierre de su discurso, Xóchitl llama a luchar para: traer vida donde hoy se pasea la muerte; recuperar la verdad donde hoy reina la mentira; traer la libertad donde hoy gobierna el miedo; en síntesis, llama a luchar por recuperar el alma de México. Agrega que quiere un país donde los pobres dejen de ser pobres y donde la clase media sea más fuerte, cierra señalando lo que parece será un slogan de campaña: ¡México merece más!
Sin duda se trata de una estupenda pieza discursiva que, de reforzarse en la campaña, ese mensaje golpeará la línea de flotación del discurso oficialista, el de la supuesta superioridad moral y enfoque humanista. Cierto que un discurso no hace verano, pero de que señala un rumbo atractivo no tengo dudas.