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El lonche cristero

El alimento, como las armas, ha sido parte fundamental en las luchas que han marcado nuestra historia.

General Luis ibarra, jefe de operaciones militares en Sonora del Ejército Popula
General Luis ibarra, jefe de operaciones militares en Sonora del Ejército Popula FB

por Juan Ángel Vásquez

25/06/2024 13:56 / Uniradio Informa Sonora / Columnas / Actualizado al 25/06/2024

@chefjuanangel

-¡Habla chamaco del demonio!-

-Ya le dije oiga, yo no sé nada-

Un soldado desenfundó el revólver, se aseguró que el tambor tuviera las 6 balas y puso el cañón sobre la sien  -Dime chamaco, ¿dónde está Luis y tu papá? ¡Dime o te vas a morir!- Una gota fría de sudor recorrió la espalda de Angelito, quien a sus diecisiete años apretaba las riendas del caballo con sus manos y oraba a Dios en silencio -Yo no sé nada, ya les dije, ¡si quieren mátenme!- El otro soldado bajó el brazo de su compañero y le quitó la pistola -Ya nos quedó claro muchacho, sigue tu camino- Angelito se montó de nuevo en el caballo y galopó tranquilamente con rumbo desconocido hasta que perdió de vista a los 2 sardos. 

Luego, cuando el sol ya había salido por completo, se paró junto a la cañada, bajó del caballo y se mojó la cara con desesperación para despertar del susto que le habían ocasionado los militares; sacudió la cabeza y de inmediato se asomó en los cojinillos, unos compartimentos de baqueta que forman parte de la montura, los cuales son utilizados como una especie de maleta -¡Ya fregamos Pinto!- gritó Ángel al caballo -El encargo está completo, a seguir el camino- Después de una hora de cabalgar entre veredas y matorrales, Angelito divisó un bordo de tierra que señalaba el destino final del encargo que debía entregar; pasó por detrás del montón de tierra compactada y justo ahí estaba la entrada a la cueva .

-¡Apá! ¿Estás por ahí? ¡Don Luis, respondan, soy yo, Angelito!- El muchacho de 17 años saludaba a grito callado mientras se internaba en la profundidad de la caverna -Aquí estamos- al fondo se veía el brillo rojo incandescente de un cigarro recién encendido que provocaba un ligero hilo de humo que indicaba la sobrevivencia de Luis y Manuel -Apá, cuando venía pa'cá me agarraron dos soldados y me pusieron una pistola en la cabeza para que les diera santo y seña de dónde están escondidos- Manuel sujetó a su hijo y mientras lo revisaba le dijo -¿No te pasó nada? ¡Qué chamaco tan valiente!- don Luis observaba la escena mientras pasaba las cuentas del rosario con su mano izquierda y con la derecha manipulaba el cigarrillo sin filtro.

 -A ver muchacho, vamos a hacer una cosa, tienes que cambiar de ruta y hora, cada día tomarás un camino diferente en un horario diferente- Angelito prestaba entera atención con su mirada puesta en los ojos de don Luis Ibarra y las manos dentro de los cojinillos -Aquí les manda mi nana Esther- eran tres envoltorios, cada uno hecho con diferente servilleta de tela; la primera tenía unos girasoles bordados a mano y contenía varias tortillas grandes de harina; la segunda, una servilleta con rosas a medio bordar envolvía unos pedazos de carne seca y por último, la servilleta más vieja y percudida guardaba algunos bíchiquis, unas croquetas de hojas de frijol mezcladas con ajo, sal y chiltepín, deshidratadas al sol. Durante varios meses, Angelito recorrió cientos de kilómetros para llevar comida a su papá Manuel y al general Luis Ibarra, jefe de operaciones militares en Sonora del Ejército Popular Libertador que buscaba reconquistar las libertades esenciales y el absoluto respeto a la religión en medio de la segunda etapa de la Guerra Cristera.

El alimento, como las armas, ha sido parte fundamental en las luchas que han marcado nuestra historia; por ejemplo, durante los triunfos de la Revolución Mexicana se celebraba con mole, pulque y tortillas, mientras que durante el movimiento armado, se alimentaban con tortillas, pan, frijoles, habas, lentejas y algunas hortalizas. Es tanta la influencia de las guerras dentro de la gastronomía, que hay platos de popularidad mundial nacidos o inspirados en estos movimientos: a finales del siglo XVI, el imperio turco asaltó Viena por la noche, al ser descubierto por los panaderos que trabajaban de madrugada, pararon el ataque y el rey Juan III Sobiesky encargó a los panaderos la elaboración de unos panecillos con forma de media luna (parte del emblema turco), así nació el cuernito o croissant.

 Chef Juan Angel Vásquez - Licenciado en Periodismo y chef profesional, creador de contenidos  gastronómicos para plataformas digitales y embajador de marcas de alimentos. 

 

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