"El niño y la garza": El arte de la animación de Ghibli
Por Thalía Ballesteros
El tan esperado filme era aguardado con entusiasmo por todos los aficionados de Ghibli, me incluyo, especialmente por las fascinantes creaciones de Hayao Miyazaki. Sus habilidades en la animación nos sumergen en mundos e historias llenos de magia y fantasía.
Inspirada en la novela de Genzaburo Yoshino, "El niño y la Garza" narra una conmovedora historia centrada en la muerte, el duelo infantil y la búsqueda de consuelo para seguir adelante. Mahito, un niño de 12 años, enfrenta la pérdida de su madre en un incendio durante la Segunda Guerra Mundial. La película comienza con una escena impactante que abraza un realismo sorprendente, desde las sirenas antiaéreas ensordecedoras hasta las devastadoras consecuencias del fuego.
En su nueva vida lejos de Tokyo, Mahito descubre una torre abandonada y en ruinas en la finca familiar, mientras su padre se casa de nuevo y espera un nuevo hijo. La película explora temas complejos y, aunque no todos tienen un desenlace predecible, Miyazaki logra crear una animación visualmente cautivadora que invita a la reflexión.
Durante la trama, nos encontramos con una garza, aparentemente un ser disfrazado, junto a criaturas de formas diversas, narices gigantes (una peculiar especialidad) y los entrañables Warawara, equivalentes a los susuwataris de otras obras, esos tiernos monitos que invaden toda la pantalla con su ternura. La dedicación de Miyazaki durante siete años en el desarrollo de la película, utilizando métodos tradicionales de animación cuadro por cuadro, subraya su filosofía de que "la herramienta de un animador es el lápiz".
A diferencia de producciones anteriores de Studio Ghibli, este proyecto requirió mayor personal y un tiempo prolongado. Como dato, Miyazaki reveló que, a pesar de contar con 60 animadores, solo producían un aproximado de un minuto de animación al mes. A modo de comparación, en la creación de "Mi vecino Totoro," realizado con ocho animadores, se completó en ocho meses.
La película ofrece un festín visual con aves gigantes, mundos alternos, colores vibrantes y personajes variados. Sin embargo, tras la fachada encantadora, Ghibli no se olvida de transmitir valiosas lecciones de vida, abordando temas como pérdidas, problemáticas sociales y la guerra, todo presentado con ese toque tierno característico que evoca simpatía y felicidad.
Aunque Miyazaki aborda múltiples temas en la trama, la película se convierte en una despedida agridulce y completamente satisfactoria. Representa una hoja de ruta para lidiar con la pérdida enmarcada dentro de una historia fantástica que, sin duda, se convertirá en un clásico atemporal.
Con este filme, Miyazaki nos hace recordar sus éxitos anteriores, presentando personajes similares a sus obras maestras, todos extraños y tiernos a la vez. Los personajes secundarios, al igual que en sus otras producciones, acompañan al protagonista, mostrando que Ghibli mantiene su estilo distintivo en todo momento. Esta película es una forma memorable de dejar un legado que no decepciona, y por ello le otorgo 5 Thalíestrellas.
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