18/09/2023 12:42 / Uniradio Informa Sonora / Columnas / Actualizado al 18/09/2023
Manuel Valenzuela V.
Han concluido los procesos de selección de candidatos para coordinar los dos grandes movimientos políticos que competirán en la elección de 2024. En los hechos han transcurrido las precampañas que deberían haberse realizado a partir de noviembre. Ahora habrá que esperar más de dos meses para que se reanuden las actividades proselitistas de las dos candidatas.
Los dos procesos han resultado exitosos, aunque no perfectos. El Frente Amplio por México, que la tenía aparentemente más difícil, encontró rápido a su candidata en Xóchitl Gálvez que se impuso a los favoritos de las burocracias partidarias. Claudia, por su lado, reafirmó sin muchos problemas su condición de favorita del presidente y de la mayoría de los simpatizantes de Morena. El único problema que enfrentó fue la inconformidad de Marcelo Ebrard, pero parece estar cerca de controlardo y lo más probable es que se mantenga en Morena.
El ocaso de la carrera política de Marcelo Ebrard parece estar cerca. En política es muy importante saber tomar decisiones en el momento preciso y asumir los riesgos que estas entrañan y Marcelo no supo tomarlas. Sus permanentes titubeos lo llevaron al fracaso. Hoy, los cerca de cien diputados que dijo que lo seguían, poco a poco lo han ido abandonando y se están alineando con el presidente y con la candidata ganadora.
Marcelo tuvo su oportunidad fuera de Morena, pero no supo identificarla y se le fue. En Morena nunca tuvo oportunidad real en un proceso decidido de antemano debido al favoritismo del presidente por la hoy ganadora. A Ebrard lo valoraban más los ciudadanos sin partido e insatisfechos con este gobierno que los propios morenistas: Él tuvo la oportunidad de llenar el vacío político que había en la oposición antes de que Xóchitl apareciera como opción, pero no lo hizo. Lo demás es historia: Xóchitl llenó ese vacío y ahora no hay espacio para Marcelo, salvo apoyando a alguna de las dos candidatas. Movimiento Ciudadano no es opción porque lo conduce al precipicio.
Hoy el momento de la sucesión presidencial es otro, ya hay virtuales candidatas y ambas enfrentan nuevos retos. Claudia, después de la operación cicatriz que está llevando a cabo para restaurar las heridas que dejó el proceso interno, deberá enfrentar el gran reto de forjarse un perfil propio y mostrar que tiene capacidad para gobernar. Desligarse lo suficiente de López Obrador será la condición para hacerse de una posición propia. Deberá defender lo defendible del obradorismo, pero señalar con firmeza y valentía lo que fracasó y proponer nuevas formas de resolver los problemas. Especial importancia tendrá su propuesta para enfrentar el problema de la inseguridad.
Para que la estrella de Sheinbaum brille con luz propia, necesita que la de AMLO se vaya apagando poco a poco. Es el estilo de la sucesión que le dio resultados al viejo PRI del que López Obrador proviene. Un ejemplo de este fenómeno fue lo que sucedió durante los cuatro días que AMLO estuvo en Sudamérica, Claudia fue la figura y tomó decisiones inteligentes como la de promover a Omar García Harfuch como posible candidato de Morena a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, a pesar de que se sabe que no es de los favoritos del presidente por haber sido este una de las gentes de confianza de García Luna.
El problema es que una vez que AMLO regresó y nuevamente solo su estrella brilla. Por ejemplo, fue él, y no Claudia, el que paró en seco a Víctor Hugo Romo que propuso demoler la casa de Xóchitl Gálvez. Parece que es cierto que AMLO pasó el bastón del movimiento, pero no el mando. Los nombramientos de Adán Augusto López y Ricardo Monreal como sus coordinadores, político y de organización territorial, se explican por la operación cicatriz, pero ninguno de los dos es gente de ella.
Por el lado de Xóchitl, los retos no son menores. Requiere tomar el mando efectivo del frente, formar su propio equipo y construir una red organizativa en los estados y municipios. Una red paralela a las estructuras partidistas de los tres partidos que la apoyan. En esos comités deben tener representación los partidos, pero la voz cantante deben llevarla los perfiles ciudadanos que vaya sumando en cada lugar. Cada vez que Alito Moreno, y en menor medida Marko Cortés y Jesús Zambrano, hablen por el Frente, le restan votos a Xóchitl y al propio Frente, aunque las estructuras partidarias funcionan y son muy importantes.
Si los dirigentes partidarios entienden que deben permanecer en segundo plano mediático y ceder el protagonismo a la virtual candidata, pero al mismo tiempo hacen que las estructuras trabajen a favor de Xóchitl, tendrán buenas posibilidades de éxito. De suceder lo contrario y los ciudadanos perciben que Xóchitl es solo un instrumento de los partidos, la posibilidad del fracaso es enorme. Xóchitl tiene que convencer a los votantes de que lo que ofrece no es una vuelta al pasado, sino algo nuevo, alejado tanto del pasado priista y panista, como del obradorismo. Un gobierno eficaz, de unidad nacional, con visión de futuro, y fuertemente comprometido con la lucha anticorrupción más allá del discurso como ha sucedido con el actual gobierno.
Esto apenas empieza. Lo bueno está por venir y la sociedad pondrá a cada uno en el lugar que le corresponde.