10/12/2024 10:44 / Uniradio Informa Sonora / Columnas / Actualizado al 10/12/2024
@chefjuanangel
-Ayyyayyayyyy, me haces cosquillas-
-Ay ayyyy a mí también, mamá-
-Ayy ayyy mamaaá, está muy fría el agua-
-¡Por fin, agua caliente!-
Los pequeños eran amantes del agua caliente, les gustaba juguetear en litros y litros de agua hasta que se ponían "choritos", y pasado el tiempo quedaban suavecitos con la piel tersa -Y si ahorita huelen bien, con lo que les voy a poner olerán mejor- dijo Martina, y de inmediato comenzó a cantarles -El comal le dijo a la olla, oye olla, oye, oye, si te has creído...- Martina siempre los trataba con especial cuidado y mucho amor -Ay, ya se me están enfriando, déjenme envolverlos- la mujer sacó una sábanas blancas y empezó a enrollarlos, luego los acomodó en una manta bordada por ella misma y así pasaron aquella noche fría -Ayy qué a gusto así- dijo uno de ellos - No me gusta el aroma que me dejaron- refunfuñó otro; Martina apagó la luz y todos durmieron.
-¡Martina, levántate, ya son las 6 de la mañana, se nos hace tarde!- gritó Flavio, su esposo; Martina corrió del cuarto al baño y con el cepillo de dientes en la boca fue a poner agua para el café - ¡Hola hermosos, ¿ya están listos para viajar?- los acarició a todos y salió a terminar de empacar unas cosas -A ver, calzones, faldillas, medias, un vestidito bonito por si acaso- cerró los seguros de la petaca, la aventó a la charanga de Flavio, tomó asiento y justo cuando terminó de pintarse los labios con su característico tono rojo carmesí, llegó su esposo -Vámonos que llegaremos tarde- después de varios intentos y varias maldiciones, pudieron encender el Dodge 1970; cuando iban subiendo la sierra, Flavio se detuvo intempestivamente -Martina, ¿qué se te olvidó?- la susodicha puso el grito en el cielo y regresaron a la Capital del Mundo -Ahora sí Flavio, vámonos- los pequeños iban bien retacaditos sobre las piernas de quien decía ser su madre -Te dije, es convenciera la vieja, ni nos quiere- dijo entristecido uno de ellos -Cállate, no levantes falsos, recuerda que nuestra misión es hacerlos felices a ellos- recalcó el más inteligente.
Después de 2 horas llegaron al punto habitual de descanso, en lo más alto de la sierra se divisaban innumerables colinas y cerros que se fundían con el horizonte en un tono azul grisáceo -Bájate Martina, y baja también el termo del café- de su bolsa de mano sacó también una bolsita con azúcar y las pastillas de la presión que iban junto con el desayuno -Oigan sssh, llegó el momento, shhh guarden silencio, ay vienen- Los pequeños fueron tomados y levantados, dos con las manos de Martina y cuatro con las de Flavio -Llegó el momento de hacerlos felices- dijo entre dientes uno de los pequeños, y cerraron los ojos -Martina, ¿cómo no me vas a tener embelesado con estos frijoles guisados en manteca con chile verde? Y más con estas tortillas tan sabrosas que te avientas- con una sonrisa, su esposa disfrutó dos burritos de frijoles con café, mientras que Flavio se recetó cuatro mientras sorbía la taza de café caliente y sonreía admirando el paisaje.
Todos, en algún momento, hemos sacrificado el último o único bocado de felicidad para otorgárselo a alguien más. Así como los burritos paseados tienen como objetivo pintarnos una sonrisa de placer, nosotros también podemos hacerlo compartiendo de nuestro plato, y mientras alguien más disfruta y sonríe nuestro último bocado, nos comparte su felicidad. Por eso, siempre he dicho que no podría ser amigo de alguien que se niega a compartir la felicidad de los alimentos. Por lo tanto, meter la mano, cuchara o tenedor en el plato ajeno, no debería ser considerado una descortesía.
Chef Juan Ángel Vásquez - Licenciado en Periodismo y chef profesional, creador de contenidos gastronómicos para plataformas digitales y embajador de marcas de alimentos.