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El plato vulgaris

Un plato de frijoles va bien con casi todo y pocos le hacen el "fuchi".
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@chefjuanangel

-Un, dos, tres por Pancho que está escondido en el zaguán del Nene-

-Aaay, me volvieron a encontrar-

El Licenciado Huarache, conocido así porque a sus 6 años era un alegador de primera, se consideraba el mejor jugador de bote robado en la Capital del Mundo; cada tarde se reunía un grupo de niños a jugar, bajo la única lámpara que funcionaba en la plaza pública del pueblo. Ese día, algunos niños fueron a negociar con Manuelito Cruz, el tendero de la esquina, para que moviera su pick up con racas de madera (donde transportaba mercancía), a la esquina más cercana del lugar donde se colocaba el bote después de que el Licenciado Huarache lo traía caminando de espaldas, tal como indicaban las reglas del juego.

-Mira Juan Angel, tú eres el más fifirichi, te vas a encaramar atrás del pick up y te meterás en las cajas vacías que lleva Manuelito a Hermosillo- minutos antes de que llegara el Licenciado, todos los niños se pusieron de acuerdo para planear una estrategia que por fin le quitara el título de "emperador del bote robado".

-Un, dos, tres por Joaquín que está detrás de la colombina de la Delia-

-Un, dos, tres por Luis Martín que está en la jardinera del palacio municipal-

-Un, dos, tres por Rafai que está en el callejón de la Nacha Rubal-

Al Licenciado Huarache sólo le faltaba descubrir dónde estaba Juan Ángel; sin perder de vista el bote, se retiraba cada vez más para buscar en los lugares lejanos -Shhh shhhh, Juan Ángel ¡sal!, ya va muy lejos el Licenciado Huarache- el fifirichi saltó del carro y corrió a toda velocidad -Un, dos, tres, salvación para mí y para todos mis amigos- Todos los niños gritaban, brincaban y aplaudían de la emoción -¡Lero lero, por fin le ganamos!- a lo lejos entre la penumbra se empezó a escuchar un quejido que poco a poco se transformó en un llanto que ahogaba en lágrimas el derrotado -No llores bizcocho- le gritaban algunos, mientras las lágrimas empababan su camiseta blanca con el logo del PRI (Partido Revolucionario Institucional), y dejaban ver su pancita que se transparentaba con tanta humedad.

-Juan Ángeeel, ya es hora de cenar- frente a la plaza del pueblo vivía la abuela del fifirichi, una excelente cocinera que siempre consentía a los nietos con platillos sabrosos; esa noche, tenía una sopresa para Juan -Mijito, toma, compra dos pizzerolas, una para ti, y otra para el Licenciado Huarache- su abuela había visto toda la escena, esa noche tendría un invitado extra para cenar. Juan Ángel tomó de la mano al Licenciado, subieron los escalones de la tienda y cada quien tomó una bolsa chica de pizzerolas -Prepárate Licenciado, vamos a cenar mi comida favorita- dijo Juan Ángel tratando de consolarlo. Cuando llegaron a la casa de Teresa, la abuela, había una olla gigante de peltre azul sobre la estufa, el aroma de la comida estaba por toda la casa -Siéntense, aquí hay limonada- les ofreció un vaso a cada uno, enseguida tomó dos platos hondos de cerámica y los empezó a llenar -¿Frijoles? ¿Vamos a comer frijoles? Yo todos los días como frijoles- dijo decepcionado el Licenciado -Pero nunca los has comido con pizzerolas y chiles jalapeños- contestó Juan Ángel.

En el mundo se conocen alrededor de 150 especies de phaseolus vulgaris, mejor conocidos como frijoles, cada una con posibilidades infinitas de platillos: ensaladas, pastas, sopas, caldos, cremas, postres, sándwiches, nieves e incluso bebidas. Un plato de frijoles va bien con casi todo y pocos le hacen el fuchi, no por nada se siembran 36 millones de hectáreas anuales en el mundo. 

Chef Juan Ángel Vásquez - Licenciado en Periodismo y chef profesional, creador de contenidos gastronómicos para plataformas digitales y embajador de marcas de alimentos.

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