24/09/2024 14:57 / Uniradio Informa Sonora / Columnas / Actualizado al 24/09/2024
@chefjuanangel
-¡Hipólita arrímame la bandeja! ¡Hipólitaaa! ¿Estás sordaaa? ¡Polaaa, te estoy hablando!-
-¡Ay voy, Coyo!-
Con dos trenzas largas y un vestido blanco con flores rosas, Hipólita, de 8 años, corría de un lado a otro en la plaza de la Capital del Mundo brincando y bailando al ritmo del "Son de los Aguacates", la boda estaba a punto de comenzar.
-Polaaaaa, ¡ah muchacha tan desentendida!, tráeme la bandeja-
8 años después...
"Este es un son muy alegre, es el son, es el son de los aguacates..."
-Polaaa, ya se escucha la música en la plaza. ¡Se te va a hacer tarde!-
-Ya voy Coyooo, ¡ya estoy grande! Sé muy bien lo que tengo qué hacer- de reojo, con una mirada fulminante, Hipólita le gritó a su hermana, la Coyo entendió que ya era tiempo de dejarla trabajar sola, había llegado la hora. Pola salió al patio y llenó un balde de agua a la mitad, lo metió a la regadera y trajo de la cocina una jarrilla grande con agua hirviendo para temperarla. En menos de lo que canta un gallo ya estaba vestida poniéndose los tubos en su corta cabellera café oscuro, y mientras estos le daban forma, llenaba su rostro con polvos, chapetes y un labial rojo que le había regalado Tomás, su amor platónico -Ay mijitaaa, si no vas al baile, vas a trabajar- dijo su mamá entre dientes, avergonzada de que su hija se fuera a convertir en la típica colera de los bailes que arrasa con bebida, comida y bailarines disponibles sin haber sido invitada -Ya sé amá- replicó la susodicha -Amá, ¿dónde está el cucharón y las demás bandejas?- Hipólita debía llevar 4 bandejas, 1 cucharón, 2 pinzas largas, una cuchara grande, una cuchara escurridora, 2 trapos y un mandil; así lo exigía el servicio para el que había sido requerida -Ve nomás la muchacha tonta, ¡Polaaaa se te olvidó la jarrilla- su mamá salió corriendo con olla en mano para entregársela -Se te olvidó lo principal mijita, así cómo te van a pagar pues- Pola llegó a la plaza, frotó los labios entre sí y pellizcó sus mejillas, mientras caminaba con el arsenal de utensilios desparramó la mirada entre todos los asistentes y apretando el paso se metió a una casita que estaba en la esquina junto a la plaza, a un costado de los músicos -Ahh, parece que le quedó buena a Jesús- al abrir la puerta, tenía frente a ella medio tambo lleno de tizne con dos asas de varillas soldadas, una a cada lado, estaba cubierto de papel aluminio sujetado con varios metros de alambre que rodeaban el contenedor con capacidad de 100 litros, junto a él, en la mesa contigua había una olla y dos palanganas de plástico cubiertas con servilletas de manta repletas de flores guindas bordadas.
-Listo Pola, dice la novia que ya- indicó Pancho Rubal, quien dirigía aquel jolgorio. Como alma que lleva el diablo, la Pola empezó a aventar platos de cartón sobre una mesa, abrió el tambo, con las pinzas sacó los huesos y luego revolvió todo con la cuchara, sacó una porción de barbacoa con papas y la puso en un ladito de cada plato, sirvió frijoles y luego un montoncito de repollo con salsa a un costado, encima agregó una bolsita con tortilla, servilleta y tenedor sujetado con un picadientes. En menos de 2 minutos sirvió 20 platos -Así hay que servirlos, les dijo a las ayudantes que acababan de llegar- tomó dos bandejas de aluminio con el logo de Carta Blanca impreso en el fondo, las llenó de comida y salió con la mirada altiva y la cara en alto a repartir -Aquí Pola, no seas así, dame un platito- Sin miramientos, la Pola se fue directo a la mesa de los invitados y les sirvió. -Me dicen si gustan otro poquito, para traerles otro plato- indicó a los papás de los novios, luego regresó a la cocina provisional, se pintó la boca, volvió a llenar las charolas y comenzó a repartir a la gente que estaba en las bancas de la derecha, y así hasta que recorrió toda la plaza entregando platos de barbacoa -Mijita, no se te olvide pagarte- le dijo Pancho Rubal en secreto, Pola cogió la jarrilla que traía de casa y la llenó de barbacoa: mucha carne, pocas papas, menos aceitunas y casi nada de caldo; la tapó, agarró una tortilla con frijoles y salió corriendo a dejar la comida a su casa, luego regresó y pascoleó toda la noche con su amor platónico.
En un restaurante, el equipo de meseros tiene como objetivo final enaltecer la dignidad de la comida, del restaurante y del comensal. El Renacimiento puso de moda las buenas maneras y ahí nació el anfitrión, que con sus gracias, conquistaba a los invitados para lograr en ellos la mayor satisfacción posible. Quienes denigran el servicio y valor de los meseros, no solo denotan una falta de respeto y educación, también son ignorantes del gran poder que tienen quienes están a cargo de estos menesteres, el poder de hacerlo sentir como rey o echarlo a la calle con una mirada. Eso, la Pola siempre lo supo.
Chef Juan Angel Vásquez - Licenciado en Periodismo y chef profesional, creador de contenidos gastronómicos para plataformas digitales y embajador de marcas de alimentos.