Escenarios electorales
Manuel Valenzuela V.
Estamos a unos días de que los ciudadanos decidamos con nuestro sufragio el rumbo que queremos darle a este país en los próximos seis años. El domingo dos de junio decidiremos si queremos que México siga por el camino que va o si preferimos que se corrija el rumbo. Las mayorías dirán la última palabra y las minorías deberán acatar el resultado después de desahogarse los recursos jurídicos que correspondan. Esas son las reglas de la democracia.
Por ahora, pese al bombardeo de propaganda, prevalece la incertidumbre. No sabemos realmente cuál será el resultado pese a que algunos digan que la elección será un mero trámite. En lo personal percibo dos mensajes contradictorios: el de la mayoría de las encuestas que dan como ganadora a la candidata oficial y el del estado de ánimo de la gente en los actos de campaña de la candidata de la oposición. Las concentraciones simultáneas -impresionantes algunas- del pasado 19 de mayo en múltiples ciudades del país expresan el clamor por un cambio de rumbo.
¿Qué visión de país dominará en las urnas? No lo sabemos aún, pero pronto despejaremos esa duda. Estos son los escenarios que se vislumbran:
Uno, que la candidata oficial gane por amplia mayoría, lo que confirmaría la tendencia que marcan las encuestas. En ese caso no tengo dudas de que Xóchitl Gálvez aceptará su derrota porque es una demócrata, pese a que esta ha sido una de las campañas más inequitativas de la historia reciente. Nadie duda de que el presidente López Obrador ha sido el jefe de campaña de la candidata de Morena ni de que ha sido totalmente parcial pese a que la constitución establece los principios de equidad e imparcialidad del presidente de la república y de los gobiernos locales.
Dos, que la elección sea muy cerrada y la candidata de Morena gane por un margen muy pequeño y haya elementos claros de que el gobierno federal y los gobernadores del partido oficial operaron el día de la elección en la compra y coacción de votos, en cuyo caso el frente opositor podría impugnar la elección ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TPJF). Lo anterior daría lugar a que se revisara a fondo la inequidad de la elección y la parcialidad del presidente en favor de una de las contendientes, con lo que se abriría la posibilidad de que la elección fuera anulada. Este escenario es complicado porque provocaría enfrentamientos e inestabilidad con alto riesgo de rompimiento del orden constitucional.
Tres, que gane la candidata de la oposición en una elección cerrada. Creo que Sheinbaum no aceptaría el resultado y, conociendo los antecedentes del presidente que no reconoce las derrotas, llevarían al país a una situación de inestabilidad y confrontación porque no tengo duda de que la ciudadanía que apoya a Gálvez se volcaría a las calles en defensa del triunfo. El presidente descalificaría al INE y presionaría al tribunal electoral para que no validara la elección. En este caso, el riesgo de un rompimiento del orden constitucional es mayor aún que en el escenario anterior y las consecuencias podrían provocar una crisis económica de gran alcance.
Cuarto, que la candidata del frente opositor gane con un margen suficientemente amplio como para desalentar al oficialismo a cuestionar su triunfo. En este caso, creo que de cualquier manera el presidente y la candidata de Morena no reconocerían el resultado, pero un sector de ese movimiento podría deslindarse. En este escenario sería altamente improbable que el oficialismo pudiera revertir el resultado.
En todos los escenarios la institucionalidad del Ejército será fundamental para preservar el orden constitucional. Otro factor que puede jugar un papel muy importante son los observadores internacionales que estarán dando seguimiento al proceso electoral.
Cualquiera que sea el desenlace, la situación política del país cambiará de manera sustantiva y muchas cosas se pondrán a prueba. De ganar Sheinbaum, quizá se estaría asentando un proyecto autoritario por muchos años más, pero aun así se pondrían a prueba el liderazgo de Morena ya sin López Obrador a la cabeza, lo mismo que el futuro de la oposición.
Muy probablemente los partidos del frente opositor quedarán muy disminuidos pese a que registrarán muchos votos por encima de su poder real de convocatoria. Una buena parte de esos votos será de ciudadanos sin partido que para apoyar a Xóchitl tuvieron que sufragar por uno de ellos, aunque en realidad no se identifiquen con ellos. La fuerza naciente será la ciudadanía sin partido que apoyó a Gálvez y que encontró en ella a una líder. Xóchitl podría convocar a la formación de una nueva agrupación política nacional que reconfiguraría la fisonomía de la oposición.
Por otro lado, de ganar Xóchitl, el paso siguiente sería la elaboración de un programa de gobierno y la formación de un gobierno de coalición asentado en una mayoría parlamentaria. Esta coalición atraería a parte de los aliados de Morena y, muy probablemente, provocaría el resquebrajamiento del obradorismo. Sería el principio del fin de un proyecto voluntarista de gobierno que tuvo algunos aciertos, pero que no cuajó.