Columnas

EU y México: modelos autoritarios similares

Trump ya convirtió a los antiguos amigos en adversarios, y ha acercado al planeta a un caos económico de grandes proporciones.
Bandera de México y Estados Unidos Archivo
Manuel Valenzuela 28-04-2025

Por Manuel Valenzuela V.

En los últimos tiempos tanto en México como en Estados Unidos se han producido cambios importantes en el ejercicio del poder político. A pesar de que se trata de modelos opuestos, uno de derecha radical y el otro supuestamente de izquierda, en realidad son esquemas de ejercicio del poder muy similares. Ambos están basados en la concentración del poder en manos del Ejecutivo en detrimento de los mecanismos democráticos de la división de poderes y de cualquier otra forma de contrapeso al ejercicio autoritario del poder.

En Estados Unidos el cambio inició con la llegada al poder de Donal Trump en su primer período y aunque el modelo autoritario que él encabeza fue interrumpido por cuatro años de la administración de Biden, fue retomado con más fuerza durante este su segundo periodo. En el caso de México, empezó con el triunfo de Andrés Manuel López Obrador y su proyecto de la Cuarta Transformación y continúa con Claudia Sheinbaum que, según ella misma declara, construye su segundo piso.

Se han cumplido apenas cien días del segundo mandato de Trump en Estados Unidos y han sido suficientes para poner al mundo y a su país de cabeza. Durante este breve periodo ha ejercicio el poder como si se tratara de un emperador y no un presidente de un país democrático con división de poderes y controles constitucionales para limitar el ejercicio del poder de manera autoritaria.

En estos cien días el presidente Trump ha gobernado con base en órdenes ejecutivas pasando por encima del Congreso, a pesar de que su partido -el Republicano- tiene mayoría en ambas cámaras. Se ha basado en una previsión constitucional de 1789 para conceder temporalmente al Presidente poderes especiales en caso de una invasión, previa declaratoria de emergencia nacional. Durante los primeros cien días de su gobierno Trump ha declarado ocho emergencias nacionales para fundamentar sus órdenes ejecutivas (en materias como migración, déficit comercial, fentanilo, etc.).

La lección ha sido muy clara: ejercer el poder de manera absoluta por parte del presidente, así sea pasando por encima del congreso, de los jueces y de la propia constitución. Usando esos poderes, Trump ya convirtió a los antiguos amigos en adversarios, avanzó en aislar a su país del mundo que dice dirigir y ha acercado al planeta a un caos económico de grandes proporciones. 

Paralelamente, ha avanzado en un proceso de limpieza racial revestido de política antinmigrante cuyo objetivo pareciera ser hacer a Estados Unidos blanco otra vez (Make America White Again). Hasta hoy los contrapesos constitucionales no han funcionado. El congreso no ha actuado a pesar de que el presiente lo ha ignorado y la Corte Suprema aún no tiene un caso armado para ponerle freno.

Tal parece que los únicos contrapesos van a ser los mercados y quizá los electores cuando se lleguen las elecciones de medio término que pudieran cambiar la composición del congreso. Mientras tanto, algunos jueces aislados han parado temporalmente ciertas medidas, pero el presidente no las respeta. 

En el caso de México, a pesar de que aparentemente se trata de un gobierno de izquierda y presumiblemente más democrático, en realidad se gobierna de manera muy similar. Desde el sexenio pasado se inició un proceso de desmantelamiento de todos los contrapesos constitucionales al ejercicio del poder del presidente de la República y hoy continúa con la presidenta Sheinbaum. 

El punto de quiebre vino cuando con base a una interpretación amañada de la legislación electoral se le concedió mayoría de dos terceras partes en el congreso a la fuerza política ganadora en las elecciones de 2024 cuando dicha coalición solo logró el 54 por ciento de los votos emitidos, violando la disposición de conceder hasta un máximo del ocho por ciento de sobre representación. Se trató de un error histórico porque se les concedió a los ganadores el poder de reformar la constitución y así lo han hecho.

Hoy está por culminar el avasallamiento del Poder Judicial con la elección de la mitad de los jueces y magistrados, así como de la sustitución completa de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. En septiembre, una vez que tomen posesión las personas electas, habrá caído el último bastión de resistencia al modelo autoritario que representa Morena y sus aliados. 

El siguiente paso del guion autoritario será el control de los medios de comunicación, tal como nos lo muestra el ejemplo de Hungría donde Víktor Orban siguió los mismos pasos que hoy recorre Morena. Eso es lo que pretende la nueva propuesta de nueva Ley de Telecomunicaciones y Radiodifusión que la presidenta ha presentado al Congreso.

Con esta ley, aprovechando la coyuntura de prohibir la propaganda extranjera en territorio nacional, se modifica el marco normativo que regula el uso del espectro radioeléctrico, los recursos satelitales y medios digitales, pasando por regresar las atribuciones de revisión de contenidos a la Secretaría de Gobernación. Con la creación de la Agencia de Transformación Digital, con el nivel de Secretaría de Estado, este organismo asume las funciones del Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFETEL) recientemente desaparecido. Con ello se regresa al gobierno, que no al Estado, funciones que son fundamentales para garantizar el ejercicio de la libertad de expresión, pilar esencial de la democracia.

En conclusión, los modelos de ejercicio del poder en Estados Unidos y México podrán parecer distintos, pero son muy similares en cuanto al ejercicio autoritario y sin contrapesos del ejercicio del poder. Una lástima porque se pierde lo avanzado. Habrá que volver a empezar.