EU, el reto de mantener la democracia
El gran reto para Estados Unidos, en este marco de polarización política exacerbada, es conservar la salud de su sistema democrático. Más allá de la amenaza de China y de la posibilidad de perder su liderazgo en el mundo, está un hecho interno mucho más inmediato e importante: recuperar su capacidad de gobernarse en democracia sin destruirse entre ellos.
Bajo el virtual liderazgo de Donald Trump, el Partido Republicano se ha propuesto regresar al país a un pasado que ya no existe, el del país de dominio exclusivo de los blancos. El slogan trumpiano de "Make America Great Again" (MAGA) representa justamente esa visión que no se corresponde con lo que Estados Unidos es hoy: un país multiétnico, de ciudadanos creyentes y no creyentes, y que -al menos en los grandes centros urbanos- han asumido los valores liberales de respeto a la diversidad en todas sus manifestaciones, religiosa, sexual, étnica. Sin embargo, esta nueva identidad como país no es asumida por casi la mitad de la población, justo la que apoya a Trump en su intento de detener la rueda de la historia.
En el último capítulo del libro "Cómo mueren las democracias", al que hecho referencia en algunas de mis colaboraciones recientes, sus autores Levitsky y Ziblatt abordan el tema de cómo salvar a la democracia en Estados Unidos ante la amenaza que significa Donald Trump y los radicales de su partido. En este capítulo hacen referencia al grave problema de identidad que la sociedad norteamericana enfrenta y al gran reto de preservar la democracia. Señalan que, aunque a veces se piensa que la democracia norteamericana es muy sólida, la verdad es que no es así y no es inmune a un quiebre y a una regresión autoritaria como lo demostró el triunfo de Trump en 2016.
Aunque los autores no abordan la coyuntura actual, dado que el libro se publicó en 2018, lo sucedido desde entonces refleja claramente la confirmación de los temores que los autores tenían. Preveían un escenario de polarización política y guerra institucional que podrían llevar a la paralización del gobierno. Ante el gran tema de cómo salvar a la democracia, señalan algunas posibles tareas que hoy pareen muy pertinentes.
Una primera es la urgente necesidad de restaurar las normas de tolerancia mutua y contención institucional que hoy se han perdido. Ninguna democracia funciona si los contendientes no se reconocen como adversarios legítimos y se está dispuesto a aceptar sus derrotas cuando el voto ciudadano no los favorezca. También es indispensable -señalan- que exista cierta racionalidad a la hora de apoyar al gobierno del partido contrario cuando el interés nacional así lo demande. Lo mismo debe suceder con el compromiso de respetar la constitución y sus grandes postulados como la división de poderes. Si no se restauran estas normas, será muy difícil que la democracia se preserve.
La abdicación del Partido Republicano
Para hacer posible lo anterior, señalan, es indispensable recuperar al Partido Republicano de los radicales que hoy lo controlan. Se trata de una tarea muy compleja, pero indispensable. El sector moderado, que todavía existe, tiene la gran responsabilidad de rescatar al partido para bien de su país.
Por otro lado, se señala que la lucha electoral rebasa los límites de la confrontación entre republicanos y demócratas y debe plantearse como entre los defensores de la democracia y los que quieren destruirla. Para ello, señalan, debe construirse una gran coalición en defensa de la democracia entre fuerzas que no necesariamente estén de acuerdo en todo, basta con que estén de acuerdo en defender el sistema democrático. Otras demandas en las que se difiera deben posponerse para otro momento y luchar juntos por lo más urgente: la preservación del sistema democrático.
No es la primera vez coaliciones de este tipo se construyen en el mundo. La concertación lograda en Chile entre socialistas y demócrata cristianos, más otras fuerzas minoritarias, es un ejemplo de ello y fue las que hizo posible la derrota de Pinochet en 1989. Lo mismo ha sucedido en otros países en diferentes momentos de la historia.
Desde luego que, en este esfuerzo nacional, de acuerdo con los autores, el Partido Demócrata tiene una gran responsabilidad. Es importante que moderen su programa y acerquen sus demandas al centro político para propiciar que los republicanos moderados dejen de verlos como una amenaza. En particular, deben modificar su política respecto a la migración, reconocer la importancia de controlar las fronteras, pero ampliando los causes de la migración legal para adecuarla a las necesidades del mercado de trabajo norteamericano, lo mismo que a las necesidades de abrir espacios a los refugiados que huyen de la violencia y de gobiernos dictatoriales.
Otros señalamientos que hacen los autores son: la adecuación de su política social para orientarla en beneficio de toda la población no solo de los más pobres; ser más sensibles a las necesidades de los obreros del cinturón industrial (Rust Belt) que se quedaron sin trabajo cuando se relocalizaron muchas de las plantas automotrices; entre otras consideraciones.
Concluyen que la democracia es un asunto compartido y que su destino depende de todos.