Hacia una mejor seguridad hídrica en México
Por Germán Lohr Granich
Nada mal reiniciar el mes de agosto con un reciente artículo de la revista Letras Libres de julio ligado a un tema conocido y recurrente en una entidad como la nuestra que hace suyo el refrán aquel, de que a veces el pato nada y a veces que ni agua bebe.
La sequía como espada de Damocles siempre nos tiene con pendiente tan solo al voltear a ver el nivel de nuestras presas, o bien en las mismas áreas urbanas con los tandeos a que nos tienen sometidos los organismos encargados del vital servicio.
Más aun con el cambio climático que al parecer llegó para quedarse, ya que el 2023 fue el año más caluroso registrado en el mundo en los últimos 80 años.
Nomás por lo anterior creo que no tiene desperdicio el artículo del maestro ambientalista Jorge Arriaga titulado" Hacia una seguridad hídrica, los retos del agua en México".
Un buen tema sin duda desde los 4 puntos cardinales para discutir en el sexenio que viene cada vez por fortuna más cercano, al menos si se considera que la seguridad hídrica es una precondición para alcanzar el desarrollo sostenible.
Un desafío doble, ya que como sabemos, la población y las actividades económicas se asientan donde hay menos agua y las sequías e inundaciones de un territorio ciclónico deben ser una prioridad para todos.
Recordemos que hidrológicamente el país se divide en centro-norte y sur-sureste y en el primero destaca el autor se concentra apenas el 32% del agua, pero se concentra el 82% del PIB y el 77% de la población.
En contraste, en el sur-sureste cuya agua por habitante es 7 veces mayor solo se produce el 18% y vive el 32% de la población restante con un modelo centralista y descentralizado en varios casos.
Me explico, es prerrogativa federal a través de la CONAGUA otorgar concesiones y asignaciones a particulares y municipios y al mismo tiempo, el 115 Constitucional otorga a los municipios la responsabilidad de brindar el servicio encadenado en drenaje, alcantarillado y tratamiento de aguas residuales.
Sabemos que no fue prioridad del presente sexenio apoyar con mayores presupuestos ni personal técnico como tampoco lo fueron los municipios que en su gran mayoría operan con números rojos y altos grados de opacidad, ni se diga carencias financieras y técnicas.
Sin embargo, en términos de cobertura no andamos tan mal de acuerdo al Censo de Población y Vivienda 2020 al disponer de altas coberturas en agua y drenaje en más del 95% de las viviendas censadas.
No obstante, lo anterior, el diablo está en los detalles, ya que al desagregarse los promedios la cosa cambia al considerarse la carencia y la mala calidad del agua. Baste revisar la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental de la misma fuente y año que señala algunas cuestiones.
Primero que nada, destaca que el 75% de la población del país no bebe el agua por temor a enfermarse y más del 60% asegura que no cuenta con un suministro constante sin mencionar las eternas fugas de la misma red de agua.
Ni hablar, la complejidad hidrológica y social del territorio es una constante que nos exige dar más de sí para vencer el reto de garantizar la seguridad hídrica.
Mucho por recorrer en materia de reformas institucionales, no se diga en cuanto a medición y monitoreo del agua.
Aprovechar el agua de lluvia, la residual en pañales, mala infraestructura en distritos de riego y escasa recarga en acuíferos son de las prioridades que hay que seguir impulsando.
HE DIXI.