La abdicación del Partido Republicano
Un buen camino para entender lo que hoy sucede con la extrema polarización de la sociedad estadounidense lo constituye el análisis de tres elementos: las reformas institucionales que modificaron reglas del sistema electoral; la emergencia de medios de comunicación alternativos y las redes sociales; y el abandono de los mecanismos de contención por parte del Partido Republicano que, en la práctica, constituyeron su abdicación a reglas claves de la democracia.
Siguiendo el razonamiento de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt en el libro "Cómo mueren las democracias", al que me he referido en notas anteriores, hay dos reformas institucionales que abrieron el camino a lo que hoy estamos viviendo: la reforma electoral de 1972, que estableció el sistema se elecciones primarias vinculantes en los partidos políticos, y la resolución del Supremo Tribunal -en 2010- que avaló la entrada de dinero casi ilimitada de los grupos de poder en las campañas electorales.
Lo curioso de la reforma de 1972 es que recurriendo al slogan de que "la solución a los problemas de la democracia es más democracia", al eliminar los mecanismos de "cribación", como ellos le llaman a una especie de evaluación de los perfiles de los potenciales candidatos por parte de las personalidades de mayor experiencia y representación en los partidos (gobernadores, congresistas, presidentes de ciudades importantes, etc.) de cada partido, se abrió la puerta a candidatos con perfiles peligros para la democracia (como resultó ser Donald Trump) que con discursos radicales y populistas ganaran las simpatías de los votantes y se impusieran en las convenciones partidarias a través del sistema de primarias vinculantes.
Vale la pena recordar que en las elecciones primarias de 2016, después de que casi nadie en el Partido Republicano pensaba que Trump tuviera posibilidades de ganar, una vez que, a partir del supermartes del 1 de marzo, empezó a imponerse claramente y fue eliminando uno a uno a candidatos como Jeb Bush, Marco Rubio y Ted Cruz, sonaron las alarmas en el partido al grado de que, previo a la convención republicana de agosto, Mitt Romney, una personalidad ampliamente respetada en el partido, pronunció un discurso de gran repercusión mediática en el que afirmaba que Trump "carecía del temperamento y el juicio necesarios para ser presidente" y lo calificó como un peligro tanto para el partido republicano como para el país. A las condenas se sumaron el excandidato John McCain y el senador Lindsey Graham, entre otras personalidades del partido, sin embargo, Trump se impuso en la convención porque ganó más delegados.
El segundo cambio institucional se dio a través de una resolución de la Suprema Corte, emitida el 21 de enero de 2010, en el caso de "Ciudadanos Unidos vs la Comisión de Elecciones Federales" al fallar en el sentido de que la Primera Enmienda de la Constitución, que protege la libertad de expresión, prohibía al gobierno limitar las donaciones políticas de empresarios y sindicatos. Este fallo permitió a las grandes empresas inundar las campañas electorales de dinero para favorecer sus intereses. Así lo hicieron los petroleros texanos, los fabricantes de armas, las grandes aseguradoras y demás grupos de poder que favorecieron a los republicanos que claramente defienden sus intereses.
Otro elemento que influyó en lo que hoy se vive en EU, fue la creciente influencia de poderosas cadenas televisivas como el consorcio Fox, del multimillonario Rupert Murdoch, que puso la cadena Fox News al servicio de la causa de los republicanos. A ello habría que sumar a demagogos radiales con enormes audiencias como Rush Limbaugh, Sean Hannity, Michael Savage, entre otros, que empujaron fuertemente la candidatura de Donald Trump. Todos ellos crearon una fuerte corriente de opinión favorable a las causas más conservadoras de las que Trump se convirtió en vocero y principal representante.
Finalmente, otro elemento que explica la polarización actual es el abandono absoluto por parte de los republicanos de las más elementales reglas de contención que siempre se habían respetado en la democracia norteamericana. Una de ellas era el respeto a la práctica de que el presidente en funciones propusiera al senado, y este lo aprobara con apoyo bipartidista, a él o los magistrados de la Suprema Corte que suplan a los que fallezcan durante su mandato (el nombramiento es vitalicio). Los republicanos fallaron a esa regla no escrita cuando le negaron el derecho a Barack Obama de proponer y aprobarle al sustituto del magistrado Antonin Scalia fallecido en febrero de 2016. Posteriormente, fue Donald Trump quien propuso al sustituto en 2017. Esa fue la primera ocasión en la historia de Estados Unidos en la que un partido negaba a un presidente en funciones proponer al senado al sustituto y apoyarlo.
Otros hechos que muestran el abandono total de las reglas de contención son el uso indiscriminado del obstruccionismo legislativo (filibusterismo le llaman) para no dejar gobernar al presidente del otro partido en funciones. Este mecanismo se usó de manera constante para frenar las iniciativas del presidente Obama y se usan hoy para no dejar avanzar la agenda del presidente Biden. Hoy mismo están usando este mecanismo al no aprobarle el presupuesto a Biden aún a costa de paralizar al gobierno.
Un hecho más de suma importancia que expresa el abandono de la contención es la no aceptación de la derrota en la elección presidencial de 2020 por parte de Donald Trump. "Conceder", como ellos le llaman, en los minutos posteriores en los que se declaran los resultados electorales, por parte del candidato perdedor y reconocer el triunfo del contrario, había sido una de las reglas no escritas y una tradición de la democracia norteamericana hasta que Trump la rompió.
La incitación a las turbas para la toma del Capitolio con el propósito de obligar al vicepresidente Mike Pence a votar en el senado la no ratificación de la elección de Biden, en lo que en la práctica fue un intento de golpe de estado, fue la culminación de este proceso de abandono de todas las normas de contención y coronó la abdicación del Partido Republicano a las normas más elementales de la vida democrática.