Columnas

La chispa que puede encender la pradera

Una guerra regional en el Cercano Oriente podría desembocar en una crisis económica global.
Guerra entre Israel y Hamás Internet
Manuel Valenzuela 23-10-2023

Manuel Valenzuela V.

El ataque del grupo Hamás contra Israel con el lanzamiento de más de 5 mil misiles desde la Franja de Gaza en una sola noche, y la incursión de la milicia de ese grupo en territorio israelí contra la población civil que ocasionó más de mil 200 muertos, así como la respuesta desproporcionada de Israel cortando los suministros de agua, electricidad, medicinas y alimentos y el bombardeo indiscriminado sobre la Franja de Gaza, ha encendido las alarmas en una región del mundo caracterizada por la inestabilidad, la guerra y el terrorismo desde la creación del Estado de Israel sobre territorio palestino en 1948.

Este nuevo foco de tensión se da en medio de un mundo cada vez más descompuesto por la rivalidad económica y geopolítica entre las dos grandes potencias de nuestra época: China y los Estados Unidos, y con una guerra en marcha en Europa, como es la que se libra en Ucrania. A estos dos focos de tensión mundial súmele usted el conflicto de Nagorno-Karabaj en la región del Cáucaso entre Armenia y Azerbaiyán, el reclamo de China sobre la isla de Taiwán, la explosiva situación en diversos puntos de África y la amenaza permanente de Corea del Norte sobre su vecina Corea del Sur. Todos estos conflictos forman un coctel explosivo que amenaza la paz precaria lograda en la era posterior al fin de la Guerra Fría. 

En este contexto conflictivo se produjo la acción del grupo Hamás que ha incendiado de nuevo a la región del Cercano Oriente. Las razones de la acción de Hamás no están del todo claras. Era evidente que una acción de ese tipo iba a provocar una reacción virulenta y explosiva de parte de Israel y no iba a beneficiar para nada la causa palestina, sin embargo, se produjo. 

Los expertos en la región del Cercano Oriente no se ponen de acuerdo. Unos refieren al intento de volver la atención mundial al conflicto palestino-israelí en la búsqueda de una solución definitiva; otros hablan de detener la política israelí de colonizar con población judía territorios palestinos; mientras otros refieren al intento de abortar el acuerdo de Israel con Arabia Saudita para mantener relaciones pacíficas y ciertas formas de colaboración entre ambos estados, lo que abría la puerta a que una parte del mundo árabe normalizara sus relaciones con Israel. Lo cierto es que es difícil entender la acción de Hamás contra la población civil, en algo que se asemeja más a una venganza que a una estrategia que tienda a beneficiar a la causa palestina. 

Como era de esperarse, el ejército israelí arremetió con la virulencia que le caracteriza: cortó los suministros de agua, electricidad, alimentos y medicinas a la Franja de Gaza y de inmediato inició un bombardeo indiscriminado a la ciudad, lo que ha ocasionado innumerables muertes (superan ya las 4 mil) de personas inocentes y provocado una verdadera crisis humanitaria. A la irracionalidad de un lado, se responde con la irracionalidad del otro y la más perjudicada -como siempre- es la población civil. El odio entre palestinos y judíos ha resurgido y no sabemos qué consecuencias más va a tener en los próximos días y meses tanto en la región como en el mundo.

Por lo pronto el conflicto amenaza con extenderse. Israel recién anunció un plan de tres pasos para derrotar a Hamás: el primero es el bombardeo de Gaza que hoy tiene lugar; el segundo es la incursión terrestre en Gaza; y el tercero la retirada, sin pretender -dijo Netanyahu- una presencia permanente en ese enclave palestino. Hoy parece inminente el inicio de la segunda fase. Quizá para cuando usted lea estas notas la incursión terrestre esté ya en marcha. 

Por otro lado, los países vecinos de Israel como Líbano y Jordania se han puesto en guardia y rechazan la incursión israelí en Gaza, mientras el grupo terrorista árabe chiita libanés Hezbolá ha empezado a lanzar misiles desde Líbano al norte de Israel, en apoyo a Hamás. Pero lo que más se teme en Occidente es la intervención directa de Irán, el gigante de Oriente Medio, que cuenta con un gran ejército y recursos económicos suficientes para sostener una guerra prolongada. Por lo pronto, se sabe que esta potencia regional ha estado suministrando el armamento que poseen tanto Hamás como Hezbolá. 

Hay que tener en cuenta que una guerra regional en el Cercano Oriente podría desembocar en una crisis económica global a través del incremento de los precios del petróleo si se bloquea el estrecho de Ormuz, lugar por donde pasa al menos un tercio del petróleo que se comercia en el mundo. Pero lo más grave podría ser el involucramiento de las grandes potencias mundiales en el conflicto, como podría ser el caso de Rusia, China y los Estados Unidos.

El periódico El País informó el viernes que Estados Unidos ha ordenado el traslado de dos de sus mayores portaviones (el Gerald Ford y el Dwight Eisenhower) a la zona de conflicto, acompañados de sus buques escolta y los submarinos que los protegen. Además, se encuentra camino a la zona la 26 Unidad Expedicionaria de Marines, con unos 2 mil 200 militares y un grupo anfibio de tres buques, y se encuentra ya en las cercanías el buque de guerra Mount Whitney, donde viaja el comandante de la Sexta Flota Naval. 

Estados Unidos ha explicado que todo ese desplazamiento de tropas tiene solo fines disuasorios para evitar que Irán y otras potencias se involucren de manera directa en el conflicto, pero el riesgo de que la chispa que produjo la acción de Hamás pueda incendiar la pradera del Cercano y -quizá- del Medio Oriente es latente. Esperemos que la deteriorada capacidad diplomática de la ONU todavía alcance para evitar el escalamiento del conflicto.