
por Primavera Fraijo
10/04/2025 16:45 / Uniradio Informa Sonora / Columnas / Actualizado al 10/04/2025
Por Primavera Fraijo
Casi siempre me aviento esta frase, pero es que... en serio, este libro atrapa desde la primera página y, ¡ya no te suelta! Y se los digo con las ojeras como prueba forense, con los ojos abiertos de par en par y el corazón galopando a las tres de la mañana.
Encima de todo, a un par de horas de tener que levantarme a trabajar.
A veces, uno no necesita vivir algo extraordinario para que el cuerpo lo sienta como si estuviera en peligro. Simplemente, basta una buena historia... o una demasiado atractiva, como "Gestos letales", de Sebastian Fitzek.
Es mi primera vez con este autor alemán que (me puse a investigar) es considerado un maestro del suspenso y la novela negra. Pues sí. Maestro. Sensei. Verdugo.
No sé en qué momento dejé el celular con la linterna encendida, apuntando a la puerta del cuarto, como si eso pudiera protegerme de la paranoia que me provocó este libro.
La trama es brutal: Hannah Herbst es experta en comunicación no verbal. Su trabajo es analizar los gestos, las microexpresiones, los silencios que delatan más que cualquier palabra.
El problema es que despierta de una cirugía con la memoria a medias y tiene que analizar un video donde... ¡ella misma confiesa haber asesinado a su familia!
Sí. Ella misma. En cámara. Confesando un crimen que no recuerda.
¿Alguna vez les ha pasado que alguien les cuenta algo que supuestamente hicieron y ustedes no tienen ni idea? A mí, los últimos meses, sí. Y no en plan "estabas borracha", sino en plan "eso no pudo haber sido yo... ¿o sí?". Y todo gracias a mis medicamentos. Tal vez por eso me llegó tanto este libro.
El problema con la mente es que es una mentirosa profesional. Y lo peor: no siempre lo hace con mala intención.
El libro es como una caída libre en la oscuridad. No sabes en quién confiar.
El ritmo es salvaje. Capítulos cortos, giros que te dejan diciendo "¡No-puede-ser!", y esa sensación constante de que algo está mal, pero no sabes exactamente qué.
Me recordó por qué amo los thrillers psicológicos, son como espejos rotos donde uno intenta armar su reflejo sin cortarse las manos.
Lo que más disfruté fue a Hannah. No es la clásica protagonista perfecta. Está rota, dudosa, temblando... como nosotros. Como yo, a las tres de la mañana, con el corazón acelerado y la sensación de que mi sombra se movía más de la cuenta.
Hannah puede leer lo que otros no dicen. Lo que el cuerpo grita cuando la boca calla.
"Gestos letales" es un libro que incomoda. Pero de la mejor manera. Te hace dudar de todos. De todo. Incluso de ti. Es como si Fitzek se metiera en tu mente, la revolviera, y luego se marchara dejándote con un eco: ¿y si no recuerdas algo que hiciste?
¡Ah, cómo he tenido esa pregunta últimamente en mi mente! A mis amigos les consta.
Léelo. Pero no antes de dormir. A menos que no te moleste despertar con la certeza de que tu cuerpo sí recuerda lo que tu mente decidió enterrar.
Y ahora... disculpen lo errático de estas líneas. No dormí. Estoy tomando café con los ojos enrojecidos, la cabeza hecha un caos y la paranoia sentada a mi lado. Creo que voy a tener que dejar de leer thrillers por las noches... o no.
Quién sabe. Uno siempre vuelve a lo que lo desvela.
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