Columnas

La delicada transición

Dos temas podrían definir el futuro del gobierno de Sheinbaum
Andrés Manuel López Obrador Agencia EL UNIVERSAL/Diego Simón Sánchez/ARMM
Manuel Valenzuela 02-09-2024

Por Manuel Valenzuela V.

Hay dos temas delicados en los que puede estarse definiendo el futuro del gobierno de Claudia Sheinbaum y, con ella, el del país en su conjunto por los próximos seis años: la forma en la que se resuelva la reforma al Poder Judicial y la estrategia de combate al crimen organizado. Hay muchos otros temas importantes, pero son estos los que pueden dar al traste con la vida institucional del país. Hasta hoy el grupo en el poder, especialmente el de la presidenta electa, no parece percatarse de que de ello depende el futuro de su gobierno y el lugar que la historia deparará a la primera mujer presidente. 

En cuanto a la reforma al Poder Judicial el grupo en el poder atina en el diagnóstico cuando apunta a la necesidad de reformar el sistema de justicia, pero erra en la receta. La elección de jueces, magistrados y ministros nada tiene que ver con la eliminación de la corrupción y con el logro de una justicia más expedita. De ser así, no tendríamos gobernadores, presidentes municipales y hasta legisladores corruptos (recuerden los moches). Además, la propuesta ni siquiera contempla a los ministerios públicos, al sistema carcelario y mucho menos la prevención. Todo indica que se está dando una salida falsa al problema de la impartición de justicia que en teoría se intenta resolver. 

El economista Gerardo Esquivel, normalmente cercano a la 4T, pero ante todo analista serio, en su colaboración para Milenio del pasado lunes 19 de agosto ("El farol y la reforma judicial") dice que el verdadero problema de la impartición de justicia en el país no pasa por el mecanismo de elección de jueces y magistrados, que es el corazón de la reforma, y que, de llevarse a cabo, no solo no resolverá el problema, sino que puede ser la causa de problemas mayores para el país. 

Esquivel ejemplifica la situación con la anécdota del automovilista que busca las llaves extraviadas de su carro a la luz del farol más cercano, pero cuando el policía que intenta ayudarlo le pregunta si está seguro de que en ese lugar se le perdieron las llaves, el automovilista responde que no, que fue del otro lado de la acera, pero que ahí está muy oscuro y no hay luz para buscarlas. Dice que es justamente lo que hoy está pasando con la reforma judicial.

Parece haber acuerdo en que se requiere una reforma profunda e integral al sistema de justicia, que incluya al Poder Judicial, pero no es la que en los próximos días seguramente se aprobará en ambas cámaras y en los congresos estatales afines a Morena y sus aliados. Por el contrario, se dará un paso a la politización de la justicia al dejar en manos de la fuerza política dominante (hoy Morena pero mañana serán otros) la elección de los impartidores de justicia. El razonamiento es sencillo, ¿qué juez cree usted que hubiera ganado en la pasada elección, el candidato avalado por Morena o el promovido por la alianza opositora? Pues no se quiebre la cabeza, eso es lo que va a suceder. ¿garantiza ese procedimiento que los electos sean los mejores impartidores de justicia? Claro que no, lo único que garantiza es que van a resolver lo que al soberano convenga. Están buscando las llaves donde no se les perdieron, como dice Esquivel. 

Lo prudente y aconsejable en este caso sería posponer la aprobación de la reforma, iniciar un análisis cuidadoso y profundo con especialistas nacionales e internacionales y presentar un nuevo proyecto integral de reforma a todo el sistema de justicia y presentarlo en el período de sesiones que inicia en febrero. Sin embargo, con la mayoría del 74 por ciento de representación que los órganos electorales les han dado a quienes obtuvieron el 54 por ciento de la votación en las pasadas elecciones, sabemos que eso no sucederá.  

Desafortunadamente, las consecuencias de dicha aprobación las sufrirá el país y, aunque aún no lo comprenda, la propia Claudia Sheinbaum. No son pocos los factores de poder que lo están advirtiendo: los trabajadores, jueces, magistrados y ministros del Poder Judicial; las organizaciones empresariales mexicanas que de manera uniforme se han manifestado, las cámaras de comercio de Estados Unidos y Canadá, el poderoso Comité de Relaciones Exteriores del Senado de Estados Unidos (bipartidista), lo mismo que la Cámara de Representantes y diversas organizaciones internacionales de juzgadores. Sin embargo, cuando solo una voz manda y todos los demás obedecen, nada se puede hacer. 

El otro tema no menos delicado es el del crimen organizado y la estrategia que se elija para combatirlo. El poder alcanzado por las organizaciones criminales, cuya complicidad con las autoridades del más alto nivel en todos los sexenios (priistas, panistas y de Morena), ha conducido a la situación que tenemos hoy, donde los grupos criminales han arrebatado al gobierno el monopolio en el uso legítimo de la fuerza, el control territorial y la facultad única de cobrar impuestos. Combatirlos a fondo no es solo un problema fundamental de seguridad pública, sino de seguridad nacional.  

La situación que hoy tenemos parece insostenible. La presión de los Estados Unidos es grande y viene de los dos partidos (Demócrata y Republicano) ante la crisis del fentanilo que hoy enfrentan. Ya mandaron la señal que con o sin el apoyo del gobierno, van por las cabezas de los grupos criminales y quienes los protegen. El caso de El Mayo Zambada y el chapito Joaquín Guzmán López, fue el primer zarpazo de esta estrategia que seguramente continuará. Si los personajes recientemente capturados deciden cooperar con las autoridades norteamericanas y aportar información, quizá no estemos lejos de la apertura de un maxi proceso para desmantelar tanto a las organizaciones criminales como a quienes les han brindado protección e impunidad para operar. Así que es probable que muchos políticos, jefes policiacos y altos militares estén muy preocupados.

Ambos son temas delicados que la presidenta electa debe tener en cuenta para definir la mejor manera de enfrentar estos problemas y dejar un legado digno de recordarse como lo que será: la primera mujer presidenta del país. Repetir la estrategia del avestruz no parece lo más recomendable. 

 

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