Columnas

#Sonora

La última coma de Mario Vargas Llosa

"Me enseñó que la literatura no tenía que ser lineal ni complaciente, que los personajes podían ser crueles, contradictorios, sucios... humanos". Lee la columna de Primavera Fraijo.

Mario Vargas Llosa
Mario Vargas Llosa Archivo

por Primavera Fraijo

14/04/2025 15:26 / Uniradio Informa Sonora / Columnas / Actualizado al 14/04/2025

Por Primavera Fraijo

Nunca me gustaron los finales. Ni los de los libros, ni los de las relaciones, ni los de las vidas. Se sabe.

Siempre me pareció injusto que algo tan vasto y lleno de matices termine así: con una última palabra. Una coma final que ya no lleva a ningún lado. Como la de Mario Vargas Llosa.

La tarde del domingo, leí la noticia en la oscuridad de mi sala bien cerrada, como me gusta. No sé si fue el insomnio de estos días, la tristeza acumulada o la pura certeza de que se había ido uno de los últimos gigantes... pero me senté y suspiré. Como si se hubiera muerto un amigo.

Y es que lo fue. A su manera, claro. Yo tenía menos de veinte años cuando lo leí por primera vez. Si la memoria no me falla, fue "Conversación en La Catedral". 

Me cambió la vida. Me enseñó que la literatura no tenía que ser lineal ni complaciente, que los personajes podían ser crueles, contradictorios, sucios... humanos. 

Me mostró, sobre todo, que escribir era también una forma de pelear contra el olvido.

Vargas Llosa no fue solo un narrador de historias. Fue un arquitecto de mundos, un obseso del lenguaje, un amante insaciable de la precisión. 

Su prosa es de esas que duelen, bella, pero sin concesiones. Podías estar odiando a un personaje y, de pronto, en una frase, entendías su dolor y también el tuyo. 

Porque no escribía para consolarte. Escribía para desnudarte.

Muchas veces me peleé con él. Con sus posturas políticas, con su arrogancia, con sus declaraciones que me hacían rodar los ojos. Con ciertas opiniones arcaicas, desde mi humilde punto de vista (Cof, cof... Lenguaje inclusivo). 

Pero jamás pude dejar de leerlo. Porque por encima de todo eso, estaba su pluma. Esa pluma que cambió el rumbo de la narrativa en español. Esa pluma que nos enseñó a mirar de frente la miseria, el deseo, la violencia, el poder. Esa pluma que ahora se apaga, pero que deja un incendio atrás.

Al enterarme de su deceso, rápidamente se lo informé a mi papá, un lector voraz. Reconocía a Vargas Llosa como "el escritor serio". El que no era para todos. 

Mi padre tiene, incluso, todo un análisis conspirativo sobre su libro "La Guerra del fin del Mundo", comparándolo con otro llamado "Tomochic", de Heriberto Frías

Sé que muchos hablarán de su Nobel, de sus polémicas, de sus exilios y sus regresos. Yo solo quiero recordarlo como lo conocí: entre páginas desordenadas, con subrayados furiosos, con un nudo en la garganta y el deseo secreto de escribir alguna vez algo que le llegara a los talones.

Se murió Vargas Llosa. Y aunque el mundo sigue girando, la literatura en español perdió un pedazo de alma. La última coma de un monstruo. La página en blanco de un maestro.

 

 

A mí me encuentras en redes sociales como: @PrimaveraFraijo

Temas relacionados Mario Vargas Llosa