11/03/2024 10:06 / Uniradio Informa Sonora / Columnas / Actualizado al 11/03/2024
Manuel Valenzuela V.
Como comentamos en la primera parte de esta reseña del libro "Las dos izquierdas" de Jorge Castañeda y Joel Ortega, la irrupción de los movimientos libertarios de fines de los años sesenta, incluyendo los movimientos estudiantiles y las manifestaciones por los derechos civiles y en contra de la Guerra de Vietnam en Estados, tuvieron un impacto importante en el destino de los grupos de la izquierda mexicana.
En México la izquierda apoyó y participó en el movimiento estudiantil, aunque como dicen los autores no puede decirse que lo haya dirigido. Fue, sin embargo, un punto de encuentro. La forma en que el gobierno de Díaz Ordaz reprimió al movimiento del 68 y el de Luis Echeverría el de 1971, llevó de nuevo a la dispersión y a la búsqueda de alternativas distintas para tratar de acceder al poder.
Por el lado de la izquierda independiente, la dispersión se amplió después de la represión del movimiento estudiantil. Se constituyeron varios grupos armados, el más conocido de los cuales fue la Liga Comunista 23 de septiembre que tuvieron un impacto muy limitado en la vida política del país. Del otro lado, buena parte de la izquierda independiente se refugió en las universidades, donde algún sector de ella pudo influir en el sindicalismo universitario y -escasamente- en otros sectores del movimiento obrero.
Por otro lado, el gobierno de Luis Echeverría trató de disminuir el descrédito que le ocasionó su participación en la represión estudiantil e impulsó una "apertura democrática" desde dentro del gobierno. Les dio juego a personajes ligados a la izquierda de la RM como Augusto Gómez Villanueva, Porfirio Muñoz Ledo, Alfredo Ríos Camarena, entre otros, pero no cambió mucho su posición respecto a la izquierda independiente.
Sería hasta el gobierno de José López Portillo (1976-1982) cuando el régimen priista decidió empezar a abrirse y dar un cauce legal a la izquierda independiente con la primera reforma electoral, en 1977, con la expedición de la Ley de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales (LOPPE) impulsada por Jesús Reyes Heroles. Esta ley permitió que se legalizara el PCM, PST y el naciente PRT primero, y después el PMT fundado por Heberto Castillo y Demetrio Vallejo.
Abierto el cause electoral para aspirar al poder, la izquierda independiente pareció recorrer en poco tiempo el proceso inverso a la dispersión. En la década de los 80 hubo muchos cambios. En 1981 el PCM se unió con otros grupos tanto de la izquierda independiente como provenientes de la izquierda de la RM y se fundó el Partido Socialista Unificado de México (PSUM), que duró solo 5 años ya que en 1986 se unió al PMT para constituir el Partido Mexicano Socialista (PMS), mismo que desaparecería tres años más tarde para dar vida, junto al Frente Democrático Nacional de Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, al Partido de la Revolución Democrática (PRD) en 1989.
De acuerdo con la visión de los autores del libro, la formación del PRD significó el triunfo final de la izquierda de la Revolución mexicana sobre la izquierda independiente, no solo por el liderazgo de Cárdenas y Muñoz Ledo, y posteriormente de Andrés Manuel López Obrador, todos ellos provenientes del viejo PRI y de la izquierda de la RM, sino por el contenido programático reformista del nuevo partido, en buena medida basado en el viejo nacionalismo revolucionario.
El nuevo partido -dicen los autores- no pudo cuajar dada la naturaleza tan distinta de las diversas fracciones y grupos que lo integraron, ya que compartían fines pragmáticos electorales, pero no visiones doctrinarias o programáticas de fondo. De ahí la predominancia de las tribus y las dificultades que tuvo para consolidar la unidad interna.
Después de fracasar en el intento de llegar a la presidencia bajo las candidaturas de Cárdenas y en tres ocasiones con López Obrador, el sector mayoritario aglutinado en torno a este último personaje abandonó el partido para fundar Morena, agrupación que sí tuvo éxito y aprovechó el cansancio ciudadano con los partidos tradicionales para ganar la presidencia en 2018.
Los autores no analizan ni evalúan a profundidad el desempeño de Morena como gobierno, pero si establecen una similitud entre los planteamientos del nacionalismo revolucionario priista hasta el sexenio de López Portillo y el programa de López Obrador que denominó cuarta transformación. Destacan en particular su posición sobre el monopolio del Estado sobre los recursos naturales, la no evaluación de la educación y el poco aprecio por las instituciones democráticas y la división de poderes, todas ellas muy propias del viejo priismo autoritario. Por todo ello, señalan que mucho se parece a una restauración del pasado de la década de los setenta.
El libro finaliza con una reflexión de los autores sobre el tipo de izquierda que el país sigue necesitando y que todavía no se ha podido consolidar. Una izquierda moderna, que crea en la pluralidad y en las instituciones, comprometida con las reglas del juego democrático. Una izquierda que acepte las nuevas realidades del mundo globalizado y reconozca las oportunidades que ofrece el mercado; que sea defensora de las libertades y comprometida con el respeto a los derechos humanos, al mismo tiempo que sigue luchando por combatir la desigualdad y la búsqueda de la justicia.
Esta izquierda no existe aún como un agrupamiento integrado, aunque coexisten ya muchas personas y agrupamientos que sobre la marcha van coincidiendo y quizá -solo quizá- puedan ser una fuerza política sólida en el futuro.