Las olas migratorias y el perfil de la sociedad estadounidense
Manuel Valenzuela V.
En colaboraciones anteriores, he comentado diversos aspectos que contribuyen a explicar el profundo divorcio que hay en la sociedad estadounidense y que hoy tiene su expresión en la polarización en las preferencias electorales. Hoy abordaré el que quizá sea el elemento más importante de todos ellos: la diversificación de la sociedad producto de las diversas olas migrantes que se han llegado a los Estados Unidos, especialmente las más recientes.
La sociedad estadounidense es hoy muy distinta a la que era en el siglo XIX y en la primera mitad del XX. De una sociedad primordialmente blanca y mayoritariamente cristiana (protestante y católica) se ha pasado a otra de perfil multiétnico, de creencias religiosas diversas o simplemente no creyentes y mucho más tolerante ante los temas raciales que en otros momentos la dividieron.
Quizá como ningún otro país en el mundo, los Estados Unidos se han alimentado constantemente de diversas olas migrantes que han mantenido en constante transformación su fisonomía étnica y cultural. De acuerdo con los estudiosos del tema, se pueden distinguir al menos seis grandes olas migrantes desde la colonización inglesa (siglos XVI al XVIII) que dio lugar a las trece colonias originales y que, después de su declaración de independencia fueron ampliadas con anteriores posesiones francesas y españolas. Este proceso definió un perfil predominantemente blanco en lo racial y cristiano en lo religioso y cultural a su sociedad.
Sin embargo, paralelamente a la colonización europea, se produjo una siguiente ola migratoria, en este caso forzada, proveniente de África (siglos XVII al XIX) de donde trajeron esclavos negros para ser usados en las plantaciones que propiciaron el primer éxito económico de las colonias primero y de la naciente nación independiente después. No obstante, en esta primera etapa dado el régimen de "apartheid" en que vivieron los esclavos, no se produjo un mestizaje importante de éstos con la población blanca que haya cambiado la fisonomía blanca y cristiana de su sociedad.
Después de esta ola migratoria original y de la africana que le siguió, se produjeron varias más. Durante todo el siglo XIX y principios del XX vino una tercera ola proveniente de Europa donde llegaron irlandeses, alemanes e italianos, entre otros, que reafirmaron una fisonomía blanca, aunque culturalmente más diversa a su sociedad.
Una cuarta ola se produjo con la migración asiática, principalmente de chinos, durante la segunda mitad del siglo XIX, para apoyar el rápido desarrollo de los ferrocarriles que comunicaron al país y potenciaron la economía de la nueva nación. Esta ola migrante se combinó con los mexicanos que ya vivían allá cuando buena parte del oeste de ese país era México y que fue anexada después de la invasión de 1847. En este caso no fue la gente la que emigró, lo hizo la frontera. Los mexicanos siguieron llegando después buscando mejores oportunidades de trabajo.
Estos procesos migratorios del siglo XIX que fueron racial y culturalmente diversos, más la abolición de la esclavitud lograda después de la Guerra de Secesión y la expansión de la población de color al resto del país que propició matrimonios interraciales, empezó a cambiar el perfil blanco y cristiano de la sociedad por un mestizaje étnico y cultural. Sin embargo, amplios sectores de la población blanca no aceptaron entonces, ni aceptan ahora, el cambio en el perfil de la sociedad de la forman parte. Por el contrario, empezaron a percibirlo como una invasión a su país y a su cultura.
La quinta ola corresponde a la migración latina que, aunque fue constante durante el siglo XX, se intensificó durante y después de la Segunda Guerra Mundial. El programa Bracero que se implementó para suplir la falta de mano de obra durante la guerra, así como la expansión económica de los Estados Unidos que demandó más mano de obra y las turbulencias políticas de los años setenta y ochenta en América Latina, provocaron una ola migratoria de grandes proporciones, al grado que en la actualidad viven en EU alrededor de 50 millones de latinos, especialmente de origen mexicano.
Finalmente, los estudiosos del tema y el propio Instituto Nacional para las Migraciones consideran que la ola más reciente de migración a los Estados Unidos es la de los refugiados solicitantes de asilo político, misma que tiene un componente multiétnico y proviene de muchos países: del Caribe, Centroamérica, Sudamérica, África, pero también europea (ucraniana, por ejemplo), asiática y también mexicana proveniente de zonas afectadas por la violencia y el narcotráfico.
La ley estadounidense que ha tenido un papel importante tanto en la entrada de nuevos migrantes como en la rápida diversificación del perfil de la sociedad estadounidense es la Immigration and National Nationality Act (Ley de inmigración y nacionalidad) que permitió, por un lado, que hijos de migrantes sin documentos legales tuvieran derecho a ser ciudadanos; y por el otro, otorga el asilo a personas de otros países que se encuentren ya en el país o que lo soliciten estando ya en sus fronteras. Les permite también permanecer en él y obtener visas temporales de trabajo mientras se procesan sus solicitudes.
De acuerdo con diversos analistas esta ley ha permitido que tanto los desplazados por la violencia, los perseguidos políticos como migrantes por razones económicas se cobijen en ella para ingresar a los Estados Unidos. La magnitud del fenómeno migratorio de los últimos años ha hecho que muchos ciudadanos de ese país y los propios candidatos acepten que el sistema migratorio está quebrado. De ahí que la migración sea un tema de gran rentabilidad política en la campaña electoral en marcha, mismo que Trump está aprovechando a su favor.