Los avatares de la democracia estadounidense
Por Manuel Valenzuela V.
Como varios de los escasos lectores de esta columna, sigo con mucho interés -y también con preocupación- lo que hoy sucede en las elecciones de Estados Unidos. Me interesa comprender las razones de fondo de la extrema polarización del electorado de ese país que provoca que hoy las preferencias de los electores estén casi empatadas y prácticamente no se muevan de manera significativa.
Los desacuerdos entre las partes contendientes son profundos y al parecer obedecen a dos visiones contrapuestas de lo que hoy es su propio país. Parece como si estuvieran viviendo en realidades alternas. Algo parecido a lo que hoy vivimos en México, pero de naturaleza distinta.
En el proceso de lecturas de las que intento abrevar para entender mejor lo que sucede en el vecino país, me encontré con un libro reciente (publicado en julio de 2024) de los destacados politólogos de la Universidad de Harvard, Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, titulado "La Dictadura de la Minoría: cómo revertir la deriva autoritaria y formar una democracia para todos". En esta obra los autores postulan que una parte de la sociedad estadounidense aún no asimila plenamente la diversidad racial y cultural que ahora la caracteriza y no terminan por aceptar las reglas de una democracia multirracial.
En esta obra los autores, apoyándose en una amplia revisión bibliográfica, hacen un recuento histórico de los momentos estelares y también de los oscuros por los que ha pasado la permanente lucha por lograr una democracia multirracial y por reconocer los derechos plenos de todos los ciudadanos sin importar raza, religión o color de piel. En esta y otras colaboraciones compartiré algo de lo que he aprendido y que creo puede ser de interés de los lectores. En esta nota comento brevemente los dos primeros momentos estelares de la democracia estadounidense, seguidos ambos por retrocesos similares en esta marcha de crestas y valles que ha experimentado la búsqueda de una democracia multirracial.
El primer momento fundacional del país y de su sistema democrático fue la promulgación de su constitución (en 1787), justo unos años después de su declaración de independencia en 1776. En ella se sentaron las bases para establecer un gobierno nacional republicano basado en tres poderes y que unificara a las trece colonias originales. Sin embargo, no se abolió la esclavitud. Se garantizaron los derechos de los ciudadanos blancos, pero no de las mujeres en lo que se refiere al sufragio y, desde luego, tampoco de los esclavos.
Ciertamente, fue un importante primer paso logrado cuando aún no se tenían experiencias de gobiernos democráticos diferentes de las monarquías europeas y cuando ni siquiera había iniciado la Revolución Francesa. Sin embargo, el experimento democrático fue limitado.
El segundo momento estelar en la búsqueda de la democracia estadounidense fue el triunfo de los estados de la Unión (del norte) frente a los Confederados (del sur) en la Guerra de Secesión, a cuyo término finalmente se abolió la esclavitud. Tuvieron que pasar casi cien años para que los Estados Unidos admitieran la igualdad de derechos de los negros y reconocieran su derecho a ser libres y a ser considerados ciudadanos plenos con derecho al sufragio.
La aprobación de las enmiendas constitucionales Décimo Tercera (que abolió la esclavitud, aprobada en 1865), la Décimo Cuarta (que reconoció el derecho a la ciudadanía por nacimiento y la igualdad formal ante la ley de todas las personas sin importar su raza ni el color de su piel, aprobada en 1867), y la Décimo Quinta (que prohibió las restricciones sobre el derecho a votar con base en raza, aprobada en 1870) constituyeron el segundo momento estelar en el intento de construir una democracia multirracial. En los siguientes años, las constituciones de los estados sureños tuvieron que ser adaptadas a los nuevos preceptos de la constitución federal y se expidieron las leyes secundarias como la primera Ley de los Derechos Civiles (Civil Rights Act) de 1875.
En ese tiempo las causas que defendían los partidos políticos demócrata y republicano estaban al revés de cómo están ahora. Los republicanos defendían la causa de la libertad y los derechos de los negros (Abraham Lincoln era republicano) y los demócratas eran los defensores de los racistas y antiguos esclavistas. Durante los primeros veinte años de la aprobación de las mencionadas enmiendas, llamada era de la Reconstrucción, se dieron pasos muy relevantes en la construcción de una democracia multirracial. En ese tiempo los negros elevaron su participación en las urnas de 0.5 a un 80 por ciento en los estados sureños, lo que empezó a equilibrar el ejercicio del poder en esos estados.
Sin embargo, una iba a ser la teoría y otra muy distinta la puesta en práctica de las libertades para la población de color. En ese tiempo inició la época del uso del terror y las restricciones para la votación de los negros promovidas por los supremacistas blancos acuerpados entonces en el Partido Demócrata. Fue entonces cuando se formó el Ku-Klux-Klan y otros grupos paramilitares conformados por supremacistas blancos con el propósito explícito de aterrorizar a los negros e impedirles que ejercieran su derecho a votar.
Las legislaturas locales aprobaron un conjunto de leyes y reglamentos donde, entre otras cosas, establecían que para poder votar las personas requerían saber leer y escribir, así como tener una propiedad. Como la mayoría de los negros eran analfabetas y no tenía propiedad alguna, pues no podían votar. Como ésta hubo muchas más restricciones que impidieron el ejercicio libre del sufragio, por lo que en los hechos se le dio vuelta a la constitución.
Lo anterior, obligó a que el gobierno federal enviara al ejército para vigilar el cumplimiento de la constitución, lo que enfureció a los supremacistas blancos que tenían el control sobre los gobiernos locales. La presión fue tal que el propio Partido Republicano, que defendía las reformas constitucionales, se dividió y una fracción cedió a las presiones de los sureños.
Esta etapa dorada de la democracia multirracial empezó a decaer cuando en 1877 el presidente Rutherford B. Hayes (republicano) cedió a las presiones y retiró al ejército de los estados del sur, y concluyó con la resolución del Tribunal Supremo del famoso caso "Giles contra Harris" que resolvió que el máximo Tribunal no tenía competencia para obligar a las legislaturas locales a eliminar las restricciones al voto de la gente de color, argumentando que no tenía forma de hacer cumplir las resoluciones ya que el gobierno federal había retirado al ejército de los estados del sur.
Fue una resolución vergonzosa de la máxima autoridad judicial del país y una capitulación del gobierno federal frente a los intereses de los racistas blancos del sur. Hubo que esperar más de sesenta años para vivir otro momento dorado de la democracia multirracial, pero de eso hablaremos en la siguiente colaboración.