Los pasos del G-7
Manuel Valenzuela V.
Los líderes del influyente grupo de los siete países más industrializados de occidente (Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Alemania, Francia, Italia y Japón), se reunieron la semana pasada en la ciudad de Hiroshima, Japón. Estas reuniones son importantes porque en ellas suelen tomarse acuerdos que influyen en la política mundial y a veces en el terreno militar, ya que seis de los siete son también miembros de la OTAN.
La pasada reunión cumbre de estos líderes estuvo marcada por dos temas: la guerra de Ucrania y la estrategia a seguir por este grupo frente a la creciente influencia de China en el mundo. En torno a Ucrania, se tomaron acuerdos que, si bien no son espectaculares, sí van en la dirección de estrangular poco a poco la economía rusa al mismo tiempo que reafirmaron el compromiso de seguir fortaleciendo militarmente al país agredido.
En el aspecto económico se acordaron sanciones para los países que estén terciando importaciones de productos estratégicos de occidente y luego exportándolos a Rusia. Por cierto, un fenómeno muy generalizado en países de Asia cercanos a Rusia e incluso algunos otros como Turquía y Hungría. A través de este medio y la ayuda de China, Rusia ha podido esquivar lo más fuerte de las sanciones, aunque a un costo cada vez mayor para su economía.
En el aspecto militar, los socios europeos por fin lograron convencer a Estados Unidos que diera su aval para que terceros países de la OTAN proporcionen a Ucrania los aviones supersónicos caza F-16, de fabricación norteamericana, lo que dará primacía a Ucrania en la batalla en el aire. El suministro de estos cazas se producirá en los próximos meses, una vez que se entrene a los pilotos ucranianos y se establezcan las cadenas logísticas de abastecimiento.
Lo anterior, sumado al suministro de los tanques Leopard de fabricación alemana y los Abrams de fabricación norteamericana, que ya se han empezado a suministrar a Ucrania, más los nuevos equipos de defensa antiaérea como los misiles de mediano alcance que también ha autorizado Estados Unidos proporcionar, hacen que el ejército ucraniano no solo tenga mejores condiciones de conducir una contraofensiva exitosa en los próximos meses, sino que se esté convirtiendo en uno de los más poderosos y modernos de Europa.
A pesar de que la guerra aún está estancada, cada vez es más claro que la apuesta de Putin por debilitar a Ucrania parece haberla perdido. Recientemente el jefe del grupo de mercenarios Wagner contratados por Putin para encabezar la ofensiva rusa en el este de Ucrania, al abandonar la ciudad de Bajmur declaró justamente que hoy el ejército ucraniano es mucho más poderoso de lo que lo era antes de la guerra. Dijo a manera de ejemplo que antes los ucranianos tenían 500 tanques y que hoy tienen más de cinco mil, y más modernos.
En lo que refiere a China, el G-7 parece haber moderado ligeramente su lenguaje. Ya no usó la palabra desacoplamiento (decoupling) de la economía china sino de disminuir los riesgos (de-risking) impidiendo el acceso de ese país solo de insumos y productos estratégicos de occidente, como semiconductores avanzados, computación cuántica, inteligencia artificial y biotecnología, pero no del resto de las ramas productivas. Se insistió en que con China se busca competencia leal (en base a reglas que se respeten, como patentes y derechos de autor) pero no conflicto.
Parece haber señales, aún débiles, de que tanto Estados Unidos como China se han dado cuenta de que sus economías dependen demasiado la una de la otra y que a ninguno de los dos le conviene un divorcio total. Sin embargo, aun hay muchos temas que los separan: Taiwán, Ucrania y, sobre todo, las intenciones y temores mutuos en torno a la hegemonía mundial en lo que resta del siglo XXI, uno de perderla y el otro de disputársela a cualquier costo.
Por cierto, como parte de esa competencia, la semana pasada Xi Jinping, presidente de China organizó en la ciudad de Xi'an, una reunión paralela a la del G-7 con los países de Asia Central (Kazajistán, Uzbekistán, Tayikistán, Kirguistán y Turkmenistán) y formalizó un mecanismo de cooperación entre los países asiáticos miembros de la antigua ruta de la seda. Este mecanismo será permanente y tendrá su sede en China. Este liderazgo chino no es muy bien visto en Moscú porque de alguna manera considera que China "le está pedaleando sus bicicletas" ya que todos esos países eran parte de la desaparecida Unión Soviética.
En resumen, lo más relevante de la reunión del G-7 fue que continuó apretando la soga sobre la economía rusa, mientras que empezó a suavizar el lenguaje respecto a China. Veremos qué pasa en los próximos meses que estarán marcados por las elecciones en el vecino país.