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Mario Vargas Llosa, gracias

Cerró su ciclo de vida uno de los más grandes escritores latinoamericanos de la segunda mitad del siglo XX y el primer cuarto del XXI
Mario Vargas Llosa Archivo
Manuel Valenzuela 14-04-2025

Manuel Valenzuela V.

El pasado domingo 13 de abril, cerró su ciclo de vida uno de los más grandes escritores latinoamericanos de la segunda mitad del siglo XX y el primer cuarto del XXI, Mario Vargas Llosa. Su legado literario es muy amplio y ojalá que los jóvenes de hoy se acerquen a él y se enriquezcan con su lectura.

No tiene mucho sentido traer a colación los datos biográficos del gran escritor peruano-español que en estos días abundan en los periódicos, la televisión y las redes sociales. Basta con recordar que, dentro de lo múltiples premios que mereció su obra, se encuentra el Premio Nobel de Literatura que le fue concebido en 2010. 

En lo personal, debo reconocer que yo empecé a conocer la obra de Vargas Llosa en una época tardía, en la década de los noventa del siglo pasado. Fui parte de una generación de jóvenes de izquierda que por razones de dogmatismo rechazó al escritor peruano por haberse atrevido a criticar a la revolución cubana y a Fidel Castro. Lo mismo hicimos con Octavio Paz porque, decíamos entonces, era un personero de los intereses de Televisa.

Con pena debo reconocer que yo rechazaba a ambos sin haber leído su obra. Y le puedo asegurar que yo no era el único. Cuando mi dogmatismo empezó a ceder y empecé a leer la obra de ambos mi opinión cambió radicalmente. 

Voy a platicar una anécdota personal que ya he compartido con muchos amigos. Una mañana de octubre de 1990, cuando estudiaba la maestría en el Colegio de la Frontera Norte, en Tijuana, llegó mi maestro de microeconomía, el doctor Bernardo González Aréchiga, con el periódico Diario 29 en la mano. Lo extendió y nos mostró las ocho columnas: Gana Octavio Paz el Nóbel de Literatura. 

Enseguida, seguramente confundido porque no todos expresábamos alegría, preguntó: ¿A quién le da gusto esta noticia? Por favor levanten la mano. Yo estaba entre los pocos alumnos que no la levantamos. Luego Bernardo se dirigió a mí y me preguntó cuál era la razón de que, habiendo sido galardonado un escritor mexicano con el Premio Nobel de Literatura, no me diera gusto. Yo le contesté que porque Paz se había vendido a Televisa ya que por ese tiempo esa empresa televisiva patrocinaba los Diálogos por la Libertad junto con la revista Vuelta que paz dirigía.

Cuando salí de la clase me sentí muy mal porque había repetido un cliché in haber leído la obra de Octavio Paz. Esa misma semana conseguí el Laberinto de la Soledad y lo leí completo. Mi opinión cambió radicalmente al empezar a conocer su obra. Lo mismo me sucedió unos años más tarde con Mario Vargas Llosa. 

Leí varias de las novelas del escritor peruano y también pude seguir sus ensayos y participaciones verbales sobre la libertad, así como sus críticas a toda forma de restricción a los derechos humanos, sin importar el pretexto que se usara para reprimirlos.

De las novelas de Vargas Llosa tengo un recuerdo muy especial de La Fiesta del Chivo, de La Tía Julia y el Escribidor, de Conversación en la Catedral, de Las Travesuras de la Niña Mala, de El Sueño del Celta, de Cinco Esquinas y de Tiempos Recios. No he leído la que a la postre sería su última novela, Les dedico mi Silencio, pero la leeré esta semana y la comentaré en esta columna próximamente.

Si tuviera que escoger una de sus novelas, creo que me decidiría por La Fiesta del Chivo. Esa desgarradora historia del personaje de la niña Urania Cabral que, ofrecida con el conocimiento de su propio padre, fue violada y ultrajada por el dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo, y que después de 35 años de silencio regresó con sus recuerdos a la República Dominicana. La narración del complot para asesinar al dictador en 1961, así como la descripción de lo que fue la dictadura de este personaje y el servilismo de sus testaferros, son sencillamente extraordinarios.

Encuentro semejanza con la narrativa del golpe de estado en Guatemala que derrocó al presidente Jacobo Árbenz, en 1954, operada por el general Castillo Armas, pero organizado por la CIA y la United Fruit Company de los Estados Unidos, que es el tema de la novela Tiempos Recios, publicada en 2019. 

Sin olvidar la historia de amor y desamor que Vargas Llosa nos ofrece en las Travesuras de la Niña Mala. Donde la joven Lily ("la Chilenita" primero y "la camarada Arlette" después) enamoran y rompen repetidas veces el corazón al joven e ingenuo escritor y traductor Ricardo Samocurcio. Su narración es estrujante y desgarradora a la vez.

Pero Mario Vargas Llosa no fue solo un gran escritor, fue también un agudo analista político y un defensor de la causa de la libertad. Empezó siendo un estudiante inquieto que se vinculó a los movimientos universitarios de izquierda en Perú y luego apoyó a la revolución cubana y al socialismo de los años cincuenta y sesenta. Sin embargo, conforme se empezó a dar cuenta de las restricciones a la libertad y la represión a la disidencia en nombre de la revolución, se volvió su crítico.

La develación de los crímenes de Stalin en la URSS después de que este murió en 1953 y el deslinde que hizo Nikita Jrushchov en el XX Congreso del PCUS, se volvió un crítico del estalinismo y del socialismo por las restricciones al ejercicio de los derechos a la crítica y a la libertad de expresión, muy especialmente a la Cuba de Fidel Castro. Esto lo alejó de viejos amigos como el mismo Gabriel García Márquez quién siguió siendo un fiel defensor de los Castro y de la revolución cubana. 

Esto ocasionó el distanciamiento de buena parte de la izquierda latinoamericana de Vargas Llosa, que se convirtió en crítica de su obra y de su persona. No obstante, Vargas Llosa fue crítico de toda forma de autoritarismo y de dictaduras, tanto de izquierda como de derecha. Varias de sus obras, como dos de las que he mencionado, son una muestra clara de ello.

En el caso de México, fue un crítico severo del régimen priista al que calificó como "una dictadura perfecta" con cambios sexenales de liderazgo, pero sin una democracia real. Así lo calificó en un coloquio de la revista Vuelta en 1990, lo que provocó el disgusto del mismo Octavio Paz que era el organizador y que había logrado un cierto entendimiento con el gobierno priista de entonces. 

Mario Vargas Llosa fue siempre congruente con lo que pensó. Fue de izquierda un tiempo cuando pensó que la justicia social y la democracia se lograrían con gobiernos de ese tipo, pero se deslindó de ellos cuando percibió su naturaleza autoritaria que violaba las libertades y reprimía a los disidentes bajo el pretexto de defender las revoluciones. Fue también un crítico del gobierno de Andrés Manuel López Obrador y de la 4T por las mismas razones.

Ha muerto un grande de la literatura latinoamericana y un defensor de la libertad. Por tu obra y tu congruencia, gracias, Mario Vargas Llosa. Puedes decir con certeza que valió la pena haber vivido. 

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