30/10/2023 09:42 / Uniradio Informa Sonora / Columnas / Actualizado al 30/10/2023
Manuel Valenzuela V.
"Después de vejez, viruela" dice el refrán popular, y eso parece haberle pasado a nuestro país con el huracán "Otis" al golpear con inusitada fuerza al puerto de Acapulco y a buena parte del estado de Guerrero. Por si algo le faltara a México después de los múltiples problemas que tiene con la violencia, la inseguridad y tantas otras calamidades, se suma ahora la necesidad de reconstruir el puerto y atender la devastación que causó también en la zona rural afectada.
La magnitud completa de la tragedia aún no la conocemos, en la medida en la que apenas se inicia la evaluación de los daños, sin embargo, el hecho mismo de haberse quedado incomunicada la ciudad por casi tres días, y lo que reflejan las primeras imágenes que los noticieros han empezado a difundir, nos dan una primera idea de lo que sucedió y del tremendo impacto sobre la población. Conforme transcurran los días y se completen las evaluaciones de los daños, podremos saber exactamente el tamaño del esfuerzo que se necesitará, y el tiempo que requerirá, para que Acapulco y demás comunidades afectadas puedan volver a la normalidad.
Sabemos que buena parte de los desastres naturales son inevitables en la medida que no podemos controlar las fuerzas de la naturaleza, más en este caso en el que la intensificación del huracán fue en unas cuantas horas, pero la capacidad de prevención que tengamos como gobierno y como sociedad puede disminuir considerablemente los efectos negativos de estos fenómenos naturales. En este caso parece más que evidente que no tenemos esa capacidad, al contrario, "Otis" empieza a exhibir las deficiencias del gobierno, en los tres órdenes, para hacer frente a una situación como la que hoy tenemos en Acapulco.
Tal parece que como gobierno y como sociedad no hemos aprendido lo suficiente, y ante una situación de politización de todo como la que hoy vivimos, tendemos a no apreciar las cosas positivas que en el pasado se habían logrado. A raíz de la traumática experiencia del terremoto de 1985, el 6 de mayo de 1986 se creó el Sistema Nacional de Protección Civil (SENAPROC) con el propósito de tener un sistema que articulara de manera eficiente y rápida los esfuerzos de los tres niveles de gobierno y de la sociedad civil en casos de desastre. En los años siguientes este sistema empezó a contar con recursos de apoyo a través de una partida especial en el Ramo 23 del Presupuesto de Egresos de la Federación, y en 1999 se creó el fideicomiso de apoyo del Fondo Nacional para Desastres Naturales (FONDEN).
El FONDEN se creó como un instrumento financiero del Sistema Nacional de Protección Civil para atender las emergencias derivadas de desastres naturales a través de la asignación rápida de recursos a los tres niveles de gobierno, previa evaluación de los daños, como marcaban sus reglas de operación. Fue así como con las aportaciones anuales previstas para este fideicomiso en el PEF se fueron acumulando recursos para estar en condiciones de atender desastres mayores.
Bajo el argumento fácil de que el FONDEN se había convertido en un mecanismo de corrupción donde los gobiernos de los estados disponían de una especie de "caja chica" para robar, este gobierno declaró la desaparición de éste junto a la mayoría de los otros fideicomisos de la administración federal, regresando el Fondo a una partida presupuestal del Ramo 23 del PEF. En el momento de su extinción 21 de julio de 2021, el FONDEN contaba con 6 mil 861 millones de pesos, mismos que fueron reintegrados a Tesorería de la Federación y reasignados a otras prioridades del gobierno actual. Hoy esos recursos de apoyo hacen falta para atender la emergencia de Acapulco.
El presidente de la república ha dicho que hay recursos suficientes para atender la emergencia y ha reiterado que el fideicomiso era una robadera justificando la decisión de desaparecerlo. Sin embargo, el subsecretario de Hacienda, Gabriel Yorio, en su comparecencia en la Cámara de Diputados el pasado 25 de octubre, explicó que la partida para desastres naturales de este año es de 17 mil 156, misma que fue recortada a 13 mil 584 millones por reasignaciones a otras áreas. Afirmó además que hay una cobertura de 5 mil millones de seguros catastróficos y otra de 485 millones de un bono catastrófico. Sumados todos dan un total de 19 mil 69 millones. De contarse hoy con los recursos del FONDEN hoy se dispondría de 25 mil 936 millones de pesos si sumamos a las coberturas de los seguros que Yorio menciona.
No hay manera de justificar la decisión de desparecer los fideicomisos en un afán recaudatorio para atender las prioridades del presidente. Es fuerte decirlo, pero esa, como muchas otras determinaciones del Ejecutivo, se derivan de caprichos personales sin una evaluación objetiva de los impactos que tales decisiones pueden tener. Hoy la madre naturaleza nos ha mostrado que los errores se pagan. Hoy los recursos del FONDEN serían muy útiles para atender la emergencia.
Pero lo anterior no es la única vulnerabilidad del gobierno que exhibe el huracán "Otis". Hoy es cada vez más claro que este gobierno federal, junto al estatal y municipal, son profundamente ineficientes. Tanto el presidente de la república como la gobernadora de Guerrero y la presidenta municipal de Acapulco se han mostrado perdidos, sin saber bien a bien qué hacer y qué medidas excepcionales tomar para atender la tragedia. Lo único que los salva en parte es la capacidad operativa que tienen el Ejército, la Marina y la CFE, que son instituciones que han desarrollado esas capacidades operativas a lo largo de décadas.
Llenar los puestos públicos con personas leales, pero en muchos casos carentes de capacidades, es un camino equivocado que tiene sus consecuencias. Hoy los acapulqueños las sufren directamente. Esperemos que esta vez "Otis" nos ayude a aprender algo y a valorar las cosas buenas que se hicieron en el pasado.