Otra vez el elefante en la sala
Manuel Valenzuela V.
Parece que ha llegado la hora de hablar del elefante que, desde siempre, ha esperado en la sala y del que nadie quería hablar. Me refiero a la intervención del narcotráfico en la política y, en específico, en las campañas electorales en México. Ahora le tocó el golpe al presidente López Obrador. Y como dice el periodista Raymundo Riva Palacio es solo la "Primera llamada".
El detonador fue una publicación simultánea en Estados Unidos y Alemania de una nota derivada de una filtración de una investigación de la DEA referida a la campaña de 2006 donde el cártel de Sinaloa, en ese tiempo a través de Edgar Valdez Villarreal "la Barbie" del grupo de los Beltrán Leyva, habrían aportado 2 millones de dólares a la campaña de López Obrador.
Los periodistas que publicaron las notas fueron Tim Golden, dos veces ganador del premio Pulitzer, Steven Dudley y la mexicana Anabel Hernández. Los mismos periodistas aclararon que esa investigación fue archivada, pero no por los jueces, sino por el Comité de Revisión de Asuntos Sensibles, a sugerencia del presidente Barack Obama por el riesgo de afectar las relaciones de EU con México. La misma razón por la que se archivó el caso del general Salvador Cienfuegos acusado de recibir dinero del mismo cártel de Sinaloa en tiempos de Peña Nieto. Es decir, se archivaron por razones políticas, no porque se haya comprobado judicialmente que eran falsas.
Jorge Fernández Menéndez, en su columna del pasado jueves, nos recordó que también el Rey Zambada, había declarado que el cártel de Sinaloa había financiado la campaña de López Obrador, y señaló que le entregaron además 6 millones de dólares a Gabriel Regino, el entonces subsecretario de seguridad del gobierno de López Obrador en la Ciudad de México. El caso no se siguió porque a quien se juzgaba en ese momento era a García Luna y no a López Obrador.
Más allá del impacto mediático que la filtración ha causado, lo importante es que se empieza a hablar del tema de fondo, que es la vinculación entre crimen organizado y política en México. Un fenómeno que no es nuevo en el país y que, si le rascamos un poco, involucra no solo a Morena sino también a los otros partidos que han sido gobierno.
Es imposible que los grupos del crimen organizado se hayan movido con tanta impunidad en el país por decenas de años sin que hayan tenido la protección de los gobiernos al más alto nivel. Quizá el gobierno que más enfrentó a los grupos criminales, aunque lo haya hecho de manera incorrecta, fue el de Felipe Calderón, pero los testimonios en el juicio de García Luna -que fueron creíbles para el juez de su causa- mostraron que ni ese sexenio se libró de las redes de corrupción del narcotráfico.
Ya las series de Netflix sobre el narcotráfico en México, cuyos libretos se basaron en investigaciones pasadas de la DEA y de libros de especialistas, nos mostraron algo de las relaciones entre los grupos del crimen organizado con las fuerzas de seguridad (incluyendo al ejército) y los políticos (estatales y federales) del más alto nivel.
Ahora la realidad puede superar a la ficción. A veces la lógica más elemental puede darnos la mejor pista. ¿Cómo se podrían haber movido los grupos criminales con la impunidad que lo han hecho en este sexenio (y en los anteriores) sin la protección de los gobiernos federal y estatales? ¿Cómo pudieron conformar verdaderos ejércitos al grado de desafiar a la fuerza militar nacional sin el apoyo de las autoridades? Es imposible que esto ocurra sin la complicidad de las fuerzas policiacas (de nuevo, incluyendo al ejército), los políticos y las autoridades de impartición de justicia.
Pero sabemos que esto no se puede resolver con la lógica sino con las pruebas que se puedan reunir, y eso solo se puede hacer con un gobierno que esté comprometido con la justicia y el estado de derecho y parece muy claro que no es el caso del actual. Desde luego que se requiere también una estrategia que no se base solo en la fuerza y la necesaria inteligencia que la tarea implica, sino que parta de una visión integral del problema, desde el marco jurídico que regula la producción, distribución y consumo de las drogas, hasta la salud pública. Además, sabemos que este no es solo un problema nacional, sino al menos continental, por lo que requiere de una estrategia coordinada -al menos continental- para atacar el problema.
La inacción de este gobierno encubierta en el slogan "Abrazos, no balazos" permitió a los criminales extenderse y fortalecerse como nunca en la geografía nacional. Ciento setenta y siete mil muertos -y contando- en lo que va del sexenio, es el resultado de una estrategia fallida que encubrió la sumisión del gobierno al poder de los criminales. No sabemos si las pruebas se encuentren y exhiban cuando este gobierno se haya eclipsado, pero las pruebas de la impunidad las vemos todos los días.
El elefante sigue estando en la sala para que tanto Claudia Sheinbaum como Xóchitl Gálvez tomen nota porque no se puede seguir ignorando el problema sin correr el riesgo de perder el país.