29/04/2024 09:50 / Uniradio Informa Sonora / Columnas / Actualizado al 29/04/2024
Manuel Valenzuela V.
Sólo le pido a Dios que el dolor, la injusticia y la guerra nunca me sean indiferentes, decía aquella canción que popularizó Mercedes Sosa, pero que es de la autoría del compositor argentino León Gieco, a fines de la década de los setenta y principios de los ochenta. El mensaje impregnó a toda una generación de estudiantes y hoy los universitarios de los Estados Unidos están demostrando que el ruego no cayó en saco roto.
Nuevamente son los jóvenes los que están dando la muestra de sensibilidad ante lo que sucede en Gaza. Las protestas estudiantiles en universidades como Columbia, Harvard, Pensilvania, Michigan, UC Berkeley, USC (Sur de California) y Texas (Austin), entre muchas otras, se han extendido a lo largo y ancho de los Estados Unidos.
Las escenas de madres palestinas llorando ante el cadáver de sus hijos, de casas y edificios de hospitales derribados y reducidos a escombros, de campamentos de desplazados, de niños sin comida y de cadáveres por todos lados, han provocado un fuerte shock en las mentes de los jóvenes estudiantes de las universidades que se han unido a la protesta.
Observando las manifestaciones y campamentos de la última semana recuerdan las gigantescas movilizaciones estudiantiles por la paz y en contra de la guerra de Vietnam de fines de la década de los sesenta, que influyeron para que el gobierno retirara al ejército de Vietnam dando lugar a aquel famoso "regreso sin gloria".
Hoy, cuando Benjamín Netanyahu parece arrastrar a la política exterior de los Estados Unidos en el Medio Oriente, y cuando el gobierno de Biden titubea para ponerle un alto, son los estudiantes (y también profesores) los que levantan la voz y presionan al gobierno a retirar su apoyo a Israel.
Las protestas iniciaron poco después del ataque del 7 de octubre perpetrado por el grupo terrorista Hamás contra la población civil israelí de las localidades cercanas a la frontera con la Franja de Gaza. Ahí grupos estudiantiles pro-Israel empezaron a agredir a estudiantes palestinos y musulmanes, pero luego de la respuesta desproporcionada de Israel y el bombardeo de Gaza, se han transformado en manifestaciones de apoyo al pueblo palestino y en contra de Israel.
La prensa se refiere a estas manifestaciones como antisemitas, pero tengo la impresión de que esa denominación es incorrecta. En esencia no son contra los judíos por su raza o su religión, sino contra las acciones concretas del gobierno de Israel. Aunque la coyuntura haya abierto espacios para ciertas manifestaciones de elementos radicales en favor de Palestina, la esencia de las protestas no es esa.
Las protestas empezaron en la Universidad de Columbia, que se ha convertido en el epicentro, pero luego se extendieron a otras instituciones de la costa este y después a todo el país. Los estudiantes han establecido campamentos de protesta en los campus, lo que ha ocasionado presiones de los grupos de poder proisraelíes para que las autoridades universitarias acudan a la policía y pongan orden.
A la fecha esta situación ha provocado la renuncia de los presidentes de las universidades de Harvard (Claudine Gray) y Pensilvania (Elizabeth Magill), quienes cedieron a las presiones y recurrieron a la policía para tratar de detener las protestas. La policía detuvo a cientos de manifestantes lo que, más que solucionar el problema, incendió la hoguera.
El miércoles de la semana pasada, estudiantes de la Universidad del Sur de California, rodearon a las patrullas de la policía y obligaron a que liberaran a un estudiante que recién habían detenido. Una situación similar se observó ese mismo día en la Universidad de Texas en Austin.
Da la impresión de que esto no solo no ha terminado, sino que apenas empieza. Por ahora ya se han suspendido clases presenciales en varias de estas instituciones y los cursos se ofrecen ahora de manera virtual en un intento por salvar el semestre.
Las implicaciones de estas manifestaciones aún no están claras. Mientras algunos analistas se enfocan en las repercusiones en la elección de noviembre, otros se enfocan en tratar de entender lo que está en juego con la represión a las manifestaciones. Hay analistas que critican lo que ellos llaman la utilización de los estudiantes por parte de grupos radicales islámicos ligados al terrorismo, mientras otro sector importante de la prensa afirma que la detención de manifestantes pacíficos y el desalojo de los campamentos viola la libertad de expresión consagrada en la constitución.
Hay otros más que critican a la prensa liberal que defiende la libertad de expresión diciendo que usan dobles estándares para analizar los fenómenos: uno para rechazar manifestaciones de los supremacistas blancos y otro para analizar las protestas en favor de los palestinos. En un caso -dicen- defienden la libertad de expresión y en otro la rechazan. Los primeros se defienden diciendo que no es la libertad de expresión lo que rechazan sino las políticas de intolerancia racial y la violencia que frecuentemente suele provocar esa política.
Pero más allá de la polémica, las manifestaciones y protestas muestran que, pese a todo, la gente no es indiferente al dolor, a la injusticia y a la guerra, como decía Mercedes Sosa. Los jóvenes se siguen indignando ante situaciones extremas como la tragedia de la población civil de la Franja de Gaza, la gente no solo perdió a parte de su familia, su casa y todas sus pertenencias, sino que ahora enfrenta el peligro de la hambruna. Qué bueno que los jóvenes nos están dando una nueva lección de sensibilidad y de sentido común. Que bueno que haya esperanza.