Columnas

Vientos de tormenta

Esperemos que, por el bien de México, esos vientos amenazantes no se conviertan en la tormenta perfecta.
Tormenta pixabay
Manuel Valenzuela 24-07-2023

Manuel Valenzuela V.

En la vida política del país empiezan a soplar vientos que presagian tormentas. Dos fenómenos en marcha, que hoy caminan por senderos aparentemente distintos, pero en dirección de acercamiento, pueden provocar la tormenta perfecta que trastoque la estabilidad del país. Me refiero a la lucha electoral y al empoderamiento de las organizaciones criminales.

Con respecto al primero de ellos, hemos entrado de lleno al proceso electoral que definirá el destino del país para los próximos seis años, y lo estamos haciendo en un ambiente sumamente polarizado que no deja lugar ni siquiera para el menor entendimiento entre adversarios. Este clima de confrontación ha sido propiciado por un presidente que nunca se asumió como jefe de Estado. Por el contrario, invirtió su capital político a denostar a quienes no piensan como él y priorizó siempre sus intereses, y los de su grupo, sobre los del país en su conjunto.

Por otro lado, López Obrador es un personaje que no cree en el Estado de derecho ni en las instituciones. Para él, el fin justifica los medios y, como se asume como el jefe de "los buenos", todo se vale para combatir a "los malos", incluso la violación de la ley que juró cumplir al asumir su mandato. "Que no me vengan a mi con que la ley es la ley" ha dicho en varias ocasiones.

En ese contexto, la aparición de una figura disruptiva como Xóchitl Gálvez, que de pronto ha suscitado enormes simpatías en un sector amplio de la sociedad, le ha movido el tapete al presidente y le ha descompuesto el entramado sucesorio que tenía pensado para continuar con su proyecto. Ello explica la forma tan virulenta en la que, desde el poder y usando todos los recursos del Estado, está intentando descarrilar la posible candidatura de la senadora hidalguense. 

El presidente ha violado los principios de neutralidad del gobierno y de equidad en los procesos electorales. Y, a pesar de que él criticó a Fox por lo mismo, hoy se comporta como jefe de facción y transgrede la ley electoral, así como la del secreto fiscal al revelar datos fiscales de la senadora y de sus dos empresas. ¿Hasta dónde llegará este gobierno? No lo sabemos, pero no es descabellado pensar hará "todo lo necesario" para descarrilarla y conservar el poder para el grupo que hoy gobierna. 

El otro fenómeno es el empoderamiento del crimen organizado y el fortalecimiento de su control en amplios territorios del país. Después de casi cinco años de una política que deliberadamente ha renunciado a combatir a las organizaciones criminales, y que ha usado a la Guardia Nacional solamente como elemento disuasorio, el fracaso es inocultable. Las organizaciones criminales se han convertido en verdaderos poderes regionales con influencia en los procesos electorales locales y, quizá, en los nacionales.

Los acontecimientos recientes en Chilpancingo, donde un grupo criminal fue capaz de reunir a más de 3 mil personas para exigir la liberación de un par de dirigentes de esa organización, así como la toma del congreso local y el bloqueo por horas de la autopista del sol hasta que les liberaron a los criminales, son solo una muestra del poder que han alcanzado los grupos delincuenciales en este gobierno sin que se les combata realmente. Si a ello sumamos el uso de explosivos de guerra como las minas terrestres, de carros-bomba y de armas de alta tecnología como los drones artillados, nos damos cuenta de que la violencia criminal ha escalado de nivel y amenaza, como nuca antes, la seguridad del Estado.

El crimen organizado necesita impunidad para operar y para ello usa su enorme poder corruptor para comprar autoridades civiles, así como a jefes policiacos y militares. Y, al ser un poder real, le interesa intervenir en los procesos electorales financiando candidaturas y negociando posiciones clave para facilitar sus operaciones delictivas. Lo han hecho antes y lo harán seguramente en el próximo proceso electoral federal.

Estos dos fenómenos, que por ahora parecen marchar por caminos distintos, pueden generar la tormenta perfecta que dé al traste con la estabilidad del país. De no respetarse las reglas democráticas en la contienda electoral que se avecina, y si no se garantiza el respeto a los resultados de las elecciones sin importar quien gane, corremos el riesgo de los grupos políticos en pugna usen el poder del crimen organizado para lograr sus propósitos. O, dicho de otra manera, los intereses de ambos se entrelacen y no les importe llevar al país al desfiladero. 

La historia nos enseña que López Obrador nunca ha aceptado la derrota. Acepta los resultados de las elecciones solo cuando le favorecen, pero denuncia fraude cuando pierde. Ese es un terrible y amenazador precedente ante unas elecciones competidas como pueden ser las de 2024. Esperemos que, por el bien de México, en algún momento haya un espacio para la cordura y esos vientos amenazantes no se conviertan la tormenta perfecta.